La Provincia - Diario de Las Palmas

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Myriam Z. Albéniz

Desde la sala

Myriam Z. Albéniz

La voz humana, el instrumento de la emoción 

La Fundación CajaCanarias presenta estos días la V Muestra de Escuelas de Música y Danza, en cuyo seno se inscribe el Coro Adulto “Carmen Rosa Zamora”, del que tengo el honor de formar parte desde hace casi una década. Los días 14 y 21 de mayo de 2022 más de ochocientos alumnos y alumnas actuarán en el Espacio Cultural de la entidad representando a estas diferentes Escuelas Municipales de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro. Con tan excelente iniciativa se ofrece un enclave para participar activamente del acontecimiento que supone la asistencia a un concierto familiar con el alumnado como protagonista. Se trata además de dos jornadas de convivencia en las que compartir vivencias bajo el signo común de la música en sus diferentes formas de expresión.

Y es que, centrándome ya en la actividad de cantar en grupo, son numerosos los estudios que la califican de muy saludable, tanto desde el punto de vista físico como emocional. Al aumentar a través de su ejercicio los niveles de cortisol y oxitocina, se alza efectiva contra el estrés y la depresión y, habida cuenta que genera endorfinas, su desarrollo conlleva asimismo una sensación altamente placentera. A ello se debe añadir el beneficio asociado al control de la respiración, que incrementa la capacidad aeróbica y tonifica los músculos que rodean al diafragma. La suma de determinados aspectos como el orden, la disciplina, el seguimiento de pautas, la afinación, la concentración, el ejercitamiento de la memoria y el amor a la armonía convierten al cantar colectivo, según algunos científicos, en una suerte de “gimnasia neuronal”.

Más importante si cabe resulta el gratificante y enriquecedor trasfondo de comunicación, cooperación y cohesión que se crea entre los integrantes de las agrupaciones, a menudo formadas por hombres y mujeres de toda edad y condición, pertenecientes a generaciones distintas y con diferentes grados de formación musical (incluso sin ella). Cabe resaltar la característica fundamental de que en un coro nadie destaca, pues las voces se alían en pro de un resultado común. El objetivo final estriba en alcanzar un resultado bello para compartirlo generosamente, primero entre nosotros y después entre las familias, las amistades y el resto de la sociedad, al margen de entornos exclusivos ni solemnes.

Como hecho anecdótico, horas después de nuestra primera actuación coral en público el pasado sábado, tras el duro período de pandemia que hemos atravesado y que tanto ha influido sobre nuestros ensayos y representaciones, llegó a nuestras manos un artículo en el que, con el revelador título “Cantar en un coro, un arma de belleza”, se confirmaba que “cantar en un coro genera una comunidad de afectos y apoyos, tanto entre sus integrantes como en la comunidad en la que se inserta”. No puedo estar más de acuerdo y, desde luego, doy fe de ello. Me identifico plenamente con la idea de que esta práctica constituye una experiencia inspiradora y un elemento poderoso de transformación personal y comunitaria, y que la música interesa no sólo a nivel particular sino, muy especialmente, por lo que comporta en su vertiente social, siendo capaz de generar códigos comunes y redes de afecto y apoyo absolutamente imprescindibles para sostener la vida.

Lo he comprobado directamente durante nuestras visitas a residencias de la Tercera Edad, con un público adorable que, a veces desde sus sillas de ruedas y con las miradas perdidas, recuperaban la sonrisa y el movimiento al ritmo de canciones que reconocían y que les devolvían a tiempos felices en los que ellos también cantaban y bailaban. Esa cuidada selección de temas antiguos y modernos, en cualquier caso eternos, conforman ese nutrido repertorio que para los responsables y componentes del Coro Carmen Rosa Zamora se revela como sinónimo de alegría y de concordia. Por algo se afirma que la voz humana es el instrumento de la emoción. Y el corazón lo sabe.

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