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Martín Caicoya

Punto de vista

Martín Caicoya

La muerte súbita de 50.000 españoles al año

Vivimos en permanente contradicción porque la vida es, en sí misma, una contradicción. Contradice la tendencia natural al desorden, a la entropía, y la vida es orden. A esa contradicción, esa tendencia natural del organismo a la muerte se opone el instinto de supervivencia que efímeramente busca la permanencia. Así es en cualquier ser vivo, que no sabe ni que va a morir porque tampoco sabe que está vivo. No lo necesita. Durante su breve vida se esfuerza por sobrevivir. Como nosotros, aunque sepamos que moriremos.

Pero mientras estamos vivos nos pensamos eternos, incluso nos imaginamos, quién sabe si acertadamente, que lo somos, o que lo es la sustancia que nos identifica. Sin embargo, moriremos. Y sabemos que la muerte de los otros no tiene remedio. A pesar de eso, en nosotros siguen vivos. Porque la muerte nos parece una cosa del cuerpo, una traición a la mente que se piensa en el futuro cada instante.

Hay muchas formas de morir, no sé cuál es la menos mala. Algunos piensan que la muerte súbita es la mejor: se vive enteramente hasta la orilla de la muerte. No sé si prefiero morir de forma lenta, mientras la muerte me va ganando poco a poco. Quizá el cáncer sea el mejor ejemplo. Es como si otro yo, que no reconozco pero que está ahí, creciendo e invadiéndome, hecho de mí mismo, se apoderara progresivamente de mí hasta extinguirme. Es un camino tortuoso, en cada revuelta una sorpresa, la mayoría desalentadora: progresa. A veces, una pequeña victoria. Y siempre la amenaza del dolor. Y el deterioro de todas las funciones, la astenia, la consunción, la falta de apetito.

No, quizá prefiera la muerte súbita. Aunque la muerte súbita puede ocurrir incluso en lactantes, es rara en las primeras décadas de la vida. En personas jóvenes suele ser por enfermedades cardíacas hereditarias en el contexto de practicar deporte. La incidencia de aumenta de manera gradual, a partir de los 35 o 40 años. El mayor riesgo de muerte súbita es en el momento en que se produce un infarto de miocardio. También tienen alto riesgo todos los pacientes con enfermedad coronaria.

En EE.UU entre el 80 y el 90% de las muertes súbitas ocurren en pacientes coronarios. En España solo el 60%. Quizá porque la frecuente de cardiopatía isquémica es menor. La segunda causa de muerte súbita en nuestro medio es cardiopatía hipertensiva, el 10%. Hay otro 10-15% atribuible a otras causas cardiacas. Solo el 4% se debe a embolismo pulmonar y menos del 3% a hemorragia masiva cerebral.

El mecanismo último, en la mayoría de los casos de origen cardiaco es una arritmia severa, la fibrilación ventricular. Ese temblor que no llega a contraer el corazón lo hace inservible: no llega sangre a los órganos vitales. De ahí la utilidad de la desfibrilación.

La muerte súbita atribuible a infarto de miocardio puede ocurrir en pacientes que no aún no habían sido diagnosticados de enfermedad coronaria. Un infarto es casi siempre la consecuencia de la rotura de una placa de ateroma que hasta ese momento pudo haber sido silente, quizá porque creciera excéntricamente o porque no llegó a dar clínica.

Rota la placa, los fragmentos viajan con la sangre y se enclavan en la pared de la arteria. En ese momento acuden las plaquetas que lo interpretan como una agresión. Su papel es tapizar la pared para protegerla. Pero lo que producen es una obstrucción aguda. Por eso es tan importante la aspirina en esa fase, por su capacidad de inhibir la agregación plaquetaria.

Como he mencionado, en el 80%de las veces, de acuerdo con las autopsias, el sujeto sufre enfermedad cardiaca, el 60% coronaria. Pero en algunas series, hasta el 50% de los infartos de miocardio ocurren en sujetos que no tiene diagnóstico de enfermedad coronaria. Algunos se presentan como muertes súbitas. También sorprenden las producidas por embolismo pulmonar, disección de la aorta o hemorragia cerebral en personas sin factores de riesgo o predisponentes conocidos.

Se calcula que en España la muerte súbita supone el 12% de todas las muertes, unas 50.000 muertes al año ¿Qué hacer para prevenirlas? Lo más importante es reducir los factores de riesgo cardiovasculares: hipertensión, tabaquismo, sedentarismo, obesidad, diabetes, hipercolesterolemia, también el estrés laboral.

Curiosamente, no está claro que el estrés en general se asocie a enfermedad coronaria, pero cuando las demandas en el trabajo superan la capacidad que le dan al trabajador de manejarlas o cuando hay un desequilibrio entre esfuerzo y recompensa, el riesgo de infarto se multiplica por dos, un incremento parecido al que producen los otros factores de riesgo.

Además de la prevención primaria, es muy efectiva la secundaria: el tratamiento adecuado de los factores de riesgo o situaciones clínicas asociadas a enfermedad coronaria como la diabetes.

Finalmente, la resucitación. Ante un supuesto paro cardiaco, lo primero, llamar al 112. Ellos le dirán qué hacer.

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