La Provincia - Diario de Las Palmas

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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Somos así

Aquí todo es distinto. Me ha costado cerrar un compromiso, negociamos una hora y sólo recibí por respuesta un «vale, ok, ya vemos». Pero ¿sí o no? Estilo canario. Queda en el aire.

La consulta del ambulatorio es una peluquería o una barbería: una abuela precoz, pura barriada, habla en abierto con el móvil y toda la sala disfruta de una voz arrastrada que cada dos por tres larga un «brothers», el latiguillo de la mañana. Hay expectación porque el médico nuevo es negro. Hasta ahora la novedad era una cubana. La discusión se alarga con puntualizaciones en las que aparece, a modo de tótem, el Hiperdino o el Mercadona. El terminal echa fuego y los pacientes están hechizados con la conversación. El chico le dice a la hermana-abuela (que acaba de venir de la farmacia) que cayó anoche en un control del alcoholemia, y que tiene el coche en el potrero y que debe buscarse la vida para pagar la multa. Coquetea con raperos y no sabe bien qué va a hacer con su vida. El hermano que le sigue es el primero en la historia de la familia que ha ido a la universidad, con becas y mucho sacrificio de la madre, que se busca la vida cuidando a una persona mayor. El alcohol y la droga han hecho estragos en la casa, pero ya es agua pasada. Están orgullosos porque van a tener a alguien capaz de leer papeles, hacer trámites para las ayudas o la solicitud de una casa. La mañana transcurre en el ambulatorio. La gente entra y sale, y a nadie le perturba la charla de fondo a todo volumen. Ahora llega la hora del menú del mediodía: la obesidad les ha castigado y tienen los indicadores disparados, azúcar, colesterol, aparte de la columna y las varices. Han tardado, pero cada vez van más a lo sano, al potaje que dura varios días y a eliminar los elaborados. El objetivo, dice la hermana-abuela, sería embutir sus carnes en una malla de «runnig». Entra un señor elegante, se le nota que tiene una buena jubilación por la tersura de su piel. La esposa, suponemos, mira como un bicho raro a la hermana-abuela, que además está embarazada y ha denunciado a su pareja por malos tratos. En el ambulatorio hay mezclas: las demarcaciones sanitarias abarcan barrios o polígonos de aquí y de allá, y allí van a parar todos para observarse. El médico negro tiene contenta a la gente, sobre todo a los pacientes complicados: aplica mucha pedagogía. Hay otros que no están satisfechos, consideran que el sistema público ha pegado un bajón terrible. Es el Día de Canarias y no paran de pasar por la calle mayores y niños ataviados con los ropajes tradicionales. La rutina de la sala se rompe. Ha caído un Euromillón, precisamente la víspera en que la UD se la juega; ha bajado el precio de las chuletas de cerdo; hay una oferta de cerveza de marca blanca... Una constelación de casualidades. El ambulatorio va poco a poco perdiendo energía, se oyen bostezos y la hermana-abuela que va para madre otra vez ha solucionado más o menos sus asuntos. El médico negro le ha dado una gran noticia: ha bajado dos kilos. Su sueño está cerca.

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