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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

La vida que nos han robado los robots

Una de las salvajadas más perversas del capitalismo 5.0 ha sido ponernos de interlocutores telefónicos a robots a los que no se les puede preguntar nada. Uno se puede tirar una mañana entera a la espera de que le pongan con un humano que le resuelva una duda, pero la misión se hace imposible. Ante tamaño abuso, acaba de salir del horno un ley que limita hasta tres minutos la larga travesía hasta llegar a una voz de tipo aguardentoso. Este sistema, que también lo utilizan los servicios estatales, nos ha robado un tiempo precioso, una barbaridad si sumamos todos los segundos y minutos que una empresa o una institución nos ha tenido esperando. A veces hasta abandonamos el móvil con la función de «voz alta» y seguimos con lo nuestro. Si brota desde otra estancia el saludo cantarín (y odioso) corremos despavoridos para no perder la oportunidad, pero también para no pasar otra vez por el tormento de perder un pedacito de vida. Uno se ha cogido cabreos monumentales con estos robots, más bien con los tonos y modulaciones que unos humanos le han prestado. Lo peor es cuando dicen que no te entienden, que no pueden procesar la información que les has dado por un defecto que tienes en el paladar tras una operación por un tumor, o simplemente porque exigen un dato pero el mal oído del anciano le ha dado otro. La sociedad ya estaba convencida de que esta toma de posesión de los robots no tenía marcha atrás, y que la única intervención humana iba a estar centrada en mantener las grabaciones en perfecto orden. Pero este capitalismo 5.0, uno de ellos, queda limitado a tres minutos, por lo que ahora las empresas y oficinas estatales van a tener que crear puestos de trabajo para humanos, cuya función es aparecer una vez cumplimentado el plazo legal. Queda por ver si se va a cumplir la protección y cómo los van a controlar. Lo que resulta verdaderamente no reintegrable es la vida que no han robado los robots: han destruido grandes momentos, amargado un día de sol y convertido en una tortura el trámite. Nada lo restituirá.

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