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Lamberto Wägner

Tropezones

Lamberto Wägner

D.E.P. Reyes godos

El que suscribe lleva la supervisión de una empresa radicada en la isla de El Hierro, de nombre Ferinto S.A. El susodicho Ferinto venía a ser la correspondencia herreña del héroe lusitano Viriato, resistiendo numantinamente al primer conquistador de Canarias Juan de Bethencourt allá por los años 1400. Pues resulta que cada vez que se extiende por ejemplo una factura a nombre de la empresa, nadie sabe quién era este personaje, por lo que me toca explicar al interlocutor de turno los méritos que le atribuye la leyenda. No sólo por su increíble agilidad –en cierta ocasión salvó de un salto un barranco, que ahora lleva el nombre de «salto de Ferinto»– sino por haber proferido, en el momento de ser apresado y ejecutado un atronador grito que se escuchó en toda la isla. Y particularmente por su desolada madre, que al oír el grito intuyó la trágica suerte de su hijo. Pero comprendan mi asombro cuando el otro día, al aleccionar al destinatario de un documento con el membrete de la empresa sobre «el grito de Ferinto» este me replicó que «ya no era necesario conocer la historia de España antes de 1812», según las últimas directrices del Ministerio de Educación.

Yo le trasladé mi indignación por dichas recomendaciones, y ya puestos le comenté que en el único caso en que podía tal vez ser pertinente dicha pauta, sería en el de la historia de los reyes godos. Pero no porque fuera desdeñable su trayectoria histórica, pues al fin y al cabo se cargaron todo un imperio romano. Además con episodios ahora puestos de moda con el resurgir de la historia de Roma, como el novelesco destino de Gala Placidia, hija del emperador Teodosio, que tras sufrir el descalabro del imperio a manos de Alarico, que tomó Roma en el año 410, fue deportada hasta la Galia, y posteriormente a Barcino. Posteriormente contrajo matrimonio con otro godo, el rey Ataúlfo. Tras el asesinato de su esposo y del hijo de este fue devuelta a Roma previo pago de un cuantioso rescate y tras haberse visto humillada siendo paseada públicamente a rastras y desnuda. El emperador Honorio obligó a su hermana Gala a casarse con el general Flavio Constancio, que tuvo tiempo de darle dos hijos antes de ser asesinado a su vez. Como verán, todo un culebrón.

Ni tampoco me parecería de recibo olvidar a los reyes godos tan sólo por lo tedioso de memorizar la lista de los 36 reyes, desde Alarico hasta Rodrigo.

No. Lo digo por una característica particular de los reyes godos, a los que no es necesario rematar con disposiciones del Ministerio de Educación. Porque si algo los caracterizaba era precisamente una curiosa dolencia que había afectado nada menos que a 14 de los 36 reyes, al haber muerto prematuramente, violentamente asesinados. Esta circunstancia mereció incluso un latinajo: el morbus gothum.

Vamos que si les dicen que los reyes godos se morían «de muerte natural», pueden dar crédito a dicha afirmación, aunque sepan que lo natural en este caso era morir envenenados o apuñalados.

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