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Observatorio

Geopolítica en la frontera sur

Durante los últimos cuatro meses la práctica totalidad de la atención política y mediática se ha centrado, como no podía ser de otra manera, en la frontera oriental de la UE. La guerra en Ucrania lo ha llenado todo. Bruselas, Washington y Londres han maniobrado en la misma dirección creando una alianza que intenta frenar el avance ruso y conseguir una victoria, improbable, de los ucranianos. La crisis económica, con sus variantes energética y alimentaria, preocupa y mucho. Se temen nuevos desplazamientos como consecuencia de las hambrunas, y por lo tanto, el advenimiento de una nueva crisis humanitaria con destino a los países del norte global.

Pero la guerra en Ucrania va mucho más allá de Ucrania. Lo que se está observando es cómo también implosiona el orden global surgido de la Segunda Guerra Mundial, y cómo poco a poco se abre paso una reorganización que apunta a una nueva política de bloques. Esta recomposición refleja casi de manera mimética a aquella división del mundo que operó durante la Guerra Fría. Dos contendientes principales, entonces EEUU y la URSS, hoy EEUU y sus aliados y el eje Moscú-Pekín, pero también un tercer bloque de países, los no alineados, que actuaban en función de las alianzas estratégicas más favorables a sus intereses. A este grupo pertenecen los estados que se abstuvieron en la votación de Naciones Unidas del pasado 2 de marzo, donde se condenó por mayoría la invasión rusa de Ucrania. Entre ellos, los que actuaron con un perfil más bajo fueron los países del norte de África. Argelia votó en contra, Marruecos se ausentó oportunamente de la votación. Y es en este contexto global en el que es imprescindible leer algunos de los acontecimientos que se están viviendo en estos días en el flanco sur europeo.

La crisis abierta con Argelia durante los últimos meses no se entiende fuera de este escenario al que acompaña irremediablemente el conflicto latente y no resuelto del Sáhara detrás de las decisiones adoptadas. Una vez más, la geopolítica regional y global son inseparables. El punto de partida es diciembre de 2020, momento en el que Trump reconoce la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental y anuncia la normalización de las relaciones entre Marruecos e Israel. Rabat es la vía de acceso a Oriente Próximo de EEUU, gobierne quien gobierne en Washington. Así, apoyado por el amigo americano, Marruecos lanzó una ingente ofensiva diplomática con el objetivo de conseguir el mismo reconocimiento por parte de sus vecinos europeos. Es aquí donde tiene lugar la crisis de la frontera de Ceuta de mayo de 2021 que hace saltar las costuras de la política bilateral entre ambos países. También sería entonces cuando tendría lugar el espionaje de los teléfonos de, entre otros, Pedro Sánchez, por parte de Marruecos, aunque se supo mucho más tarde.

Así, la guerra en Ucrania llegó en un momento de máxima tensión en las relaciones entre España y Marruecos, que incluyeron el relevo de Arancha González Laya por José Manuel Albares en el Ministerio de Exteriores. Y es en ese momento, el 20 de marzo, casi un mes después de iniciada la invasión rusa, cuando el Gobierno decide dar un giro a su política histórica en relación con el Sáhara Occidental con el objetivo de retomar una relación de buena vecindad con el gobierno de Rabat. Todavía cuesta entender cómo es posible que no se contemplara la reacción inmediata de Argelia en contra de tal decisión. Y así fue: a partir de ese momento, el Gobierno argelino priorizó sus relaciones con Italia frente a España en materia energética. Pero es que además, el 11 de mayo, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, visitaba Argelia con el fin de afianzar las relaciones bilaterales entre ambos países. Teniendo en cuenta el momento de crisis energética por el que atraviesa el mundo, pero de modo muy particular Europa, resulta impactante observar la torpeza con la que se ha gestionado esta situación.

La suspensión del Tratado de Buena Vecindad y Cooperación, así como la congelación de las operaciones de comercio exterior con España declarada por Argelia, no parece que estuviera dentro de los cálculos del avezado ministro Albares. En un mundo que se recompone en bloques, es ilusorio pensar que si Marruecos buscó apoyo en EEUU, Argelia no lo fuera a hacer en Moscú. La tensión se eleva, y lo hace en un momento de lo más inoportuno, a poco más de dos semanas de la cumbre de la OTAN en España. Ahora solo falta ver cuál es el papel de Madrid en esa cumbre.

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