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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

La partida de póquer de la luz

El recibo de la luz se parece al precio del pan después de la guerra, aunque es una cuestión de energía y no de harina. Cada vez que ocurre algo siempre hay comunicativos (o motivados) que dicen “claves para entender el recibo de la luz”. Todo ello con la intención de que nadie pueda decir nada más ni preguntar: aquí está lo posible y lo imposible al respecto. Sánchez, amilanado aún por la pringaa andaluza, hurgó de nuevo en el asunto y anunció rebajas que serán, quizás, motivo para la frustración. Y en respuesta a ello, de nuevo los manuales para salir del analfabetismo lumínico e interpretar las tartas y gráficos de los recibos, de los que nunca se sabrá si tienen una finalidad explicativa o fueron creados por una especie de Maquiavelo energético para que nunca se pueda saber cuánto se consume y qué se paga. Hace meses, he perdido la cuenta, las eléctricas, un sanedrín extrasensorial, quisieron cambiar el ciclo biológico de los humanos. El propósito no era otro que adaptar nuestras vidas al precio de la energía: encender lavadoras en horario nocturno o con el canto del gallo con el objetivo de canalizarnos a través de una determinada tarifa, más barata, o eso decían, que la del mediodía. Hay gente con pensiones no contributivas en este país a las que se les va una cuarta parte (y uno se queda corto) de los ingresos en pagar la factura. Su hecatombe mensual o bimensual no son las claves del recibo de la luz, sino más bien las claves de cómo alimentarse adecuadamente una vez que ha sido pagada la energía. El mercado energético que padecemos por aquí es una especie de timba incompatible con cualquier decálogo de claves. De la misma manera que en las grandes partidas de póquer, lo básico está escrito, el resto lo pone el azar, una conjunción de factores que desembocan en los beneficios caídos del cielo, sin ir más lejos, ganancias millonarias de las eléctricas a costa del lomo de los ciudadanos. Sánchez lleva sentado en la partida desde hace tiempo, pero aún no es consciente de que han acabado con él. Está sudoroso y casi arruinado.

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