La Provincia - Diario de Las Palmas

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Luis M. Alonso

Sol y sombra

Luis M. Alonso

Verano

He empezado a leer el libro sobre el verano de Karl Ove Knausgård, un noruego, a ver si acabo de entender de una vez la estación. Puede resultar aclaratorio que un escandinavo, a su manera, te la explique. César González-Ruano escribió que hay todo un mundo por medio en que Hamlet pueda exclamar: «¡El sol, el sol!», a que Don Juan pueda decir: «¡Niña, a ver ese toldo!». Efectivamente existen distintas corrientes de aire en el pensamiento según las latitudes y con respecto a las estaciones. Cualquiera de nosotros dice muchas cosas en verano que carecen de significado en invierno, pero el primero goza de mayor unanimidad que el segundo, quizás porque suaviza las líneas mostradas con crueldad. Este tipo de cosas que tienen que ver con la oscuridad que el verano despeja o alumbra provienen de esa división del mundo entre el que intenta alargar el brazo para coger una naranja y el que sencillamente la tiene a mano.

«¡Niña, a ver ese toldo!». Yo puedo bromear, y a veces lo hago, con que el sol está sobrevalorado, para desafiar esa dependencia de la luz, pero nunca me atreveré a ello frente a un sueco o un finlandés, que tienen una medida de la necesidad distinta. O del interés.

El invierno nórdico es interminable y corto el verano. En cambio, el interés de sus pobladores juega a la inversa. De hecho, en en el conjunto de la mirada a las estaciones del prolijo escritor noruego autor de «Mi lucha», el volumen estival cuenta con muchas más páginas que el resto, no ya los de la primavera y el otoño, sino con respecto al de la estación más blanca y larga. Después de sufrir inviernos que parecen no tener fin, ningún escandinavo puede mostrar por el verano el desinterés que a mí en ocasiones me produce. Aunque sin dejar de reconocer sus noches de luciérnagas como una perfección del pensamiento, que escribió Stevens. En fin, aún estamos a tiempo de soñar.

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