La Provincia - Diario de Las Palmas

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Punto de vista

Por el andén de los olvidados ya no pasan trenes

El domingo 5 de junio de 2016, este periódico tenía a bien publicar un artículo mío titulado “El andén de los olvidados”. El argumento de aquel texto continúa tristemente vigente en 2022, y era el que repito en los párrafos siguientes.

Desde el Plan de Estabilización de la peseta de 1959 hasta el año 2007, cualquier ciudadano español podía tener un proyecto de vida y esperanzas de cumplirlo. Todo español con trabajo, a base de mucho sacrificio, podía pensar en tener, y mantener, una familia, llegar a adquirir una vivienda y sacar a sus hijos adelante, ascendiendo en formación y futuro.

Esta línea se truncó con la crisis económica del año 2007. Desde entonces hasta hoy, incluso teniendo trabajo, muchos españoles no pueden permitirse tener un proyecto de vida. Se calcula que alrededor de un 25% de los españoles (uno de cada cuatro) no tiene trabajo o, si lo tiene, sus ingresos son tan insuficientes que sólo le sirven para ser pobres, sin posibilidades de salir de tal situación.

Hasta aquel 2007, España era un tren al que se subían todos los españoles. Unos viajaban en los vagones de primera clase, con toda clase de lujos y privilegios. Otros lo hacían en segunda, una clase media luchadora y emprendedora. Y la mayoría de los españoles viajaban en tercera clase, con muchos sacrificios y con muchas necesidades... Pero todos, desde primera clase a tercera, todos viajaban en el tren. España era un tren hacia el futuro, con esperanza de llegar a la lejana estación de una sociedad mejor, más justa y más moderna.

Durante la crisis del año 2007, un 25% de los españoles (Aquellos «uno de cada cuatro”), fueron apeados del tren, expulsados incluso de su vagón de tercera clase y abandonados en un andén de alguna perdida estación. Les dijimos: «Esperen aquí, el tren no puede con todos, en pocos años, pasará otro tren y les recogerá...». Llevan quince años olvidados en un andén por el que ya no pasan trenes.

Según la izquierda dicha situación se produjo por culpa de las políticas de extrema austeridad con las que el país enfrentó la crisis. Cuando todavía no nos habíamos recuperado de aquel desastre, los españoles hemos vivido las consecuencias humanas y económicas con que nos azotó la pandemia del covid. Y ahora padecemos la peligrosa guerra de Ucrania, la crisis energética y de suministros internacional, y una hiperinflación persistente. Perfectas excusas de los políticos para ocultar su incapacidad en supuestos enemigos exteriores.

Muy mal asunto es que una economía sólo consiga crecer manteniendo a una parte importante de sus ciudadanos condenados a la pobreza. Este no es un asunto de derechas o de izquierdas. La derecha sabe hacer crecer a la economía y muchas veces se olvida de repartirla justamente, incluso beneficiando a grupos económicos privilegiados. Mientras tanto, la izquierda, pensando en repartir justamente, no sabe crear riqueza para lograrlo, y le vienen muy bien los votos cautivos de los ciudadanos de aquel andén de los olvidados, subsidiándoles en lugar de crear el entorno generador de beneficios y empleo.

En estos años, los poderes públicos han convertido a nuestra administración política y administrativa en un obeso mórbido, ineficaz y generador más de problemas que de soluciones para el administrado. La política educativa, lejos de ser la mejor herramienta contra la desigualdad, se desliza por una senda de adoctrinamiento de nuestros jóvenes, en una sociedad de derechos sin obligaciones, fomentando la mediocridad y penalizando el mérito, el esfuerzo e, incluso, el simple trabajo.

A su vez, nuestros gobernantes han permitido, cuando no fomentado, que cada vez más sectores económicos pierdan competitividad y se concentren en oligopolios, mientras se mantienen las vulnerabilidades energéticas y productivas del país, disminuyendo su eficiencia año tras año.

Mientras todo eso ocurre, la generación del andén de los olvidados crece de un modo imparable desde 2007 hasta hoy 2022. Todos los españoles desean tener un trabajo que les permita formar una familia, adquirir una vivienda y sacar a unos hijos adelante, con un futuro algo mejor que el suyo. ¿Podemos conformarnos con una sociedad que le hurta indefinidamente ese proyecto a uno de cada cuatro españoles?

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