La Provincia - Diario de Las Palmas

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El ojo crítico

Un gran acierto

Por mucho que la derecha política española haya tratado de ningunear y de que se olvide lo antes posible el gran éxito cosechado por el Gobierno de la Nación en la organización de la Cumbre de la OTAN celebrada en Madrid hace unos días, y aunque lo medios de comunicación de derecha y de extrema derecha hayan intentado minusvalorar, ridiculizar y quitar importancia a la decisiva dirección del presidente del Gobierno en la práctica totalidad de los actos realizados, la realidad es que España ha vuelto a ser ejemplo de saber estar, de gran capacidad de organización y de contar con una riqueza cultural como pocas hay en el mundo. Y al frente de este éxito resulta evidente que hay que situar a Pedro Sánchez. Fue una decisión personal del presidente la utilización del Museo del Prado como lugar para celebrar la cena de invitados después de haber presentado a los dirigentes de los países que forman parte de la OTAN los principales cuadros de nuestro museo más importante. También fue decisión suya que la obra Guernica de Picasso tuviese un protagonismo especial, así como la visita a la Granja de San Idelfonso y las reuniones en el Palacio Real y en la Moncloa.

Pero el protagonista principal fue, sin duda alguna, el Museo del Prado. Con todo el peso histórico que tiene este museo, tanto por el significado que tuvo para Madrid su construcción como el papel esencial que, para la vida de los madrileños, y por tanto de los españoles, ha tenido en el pasado más cercano. Cuando vi en las imágenes de televisión al presidente dando la bienvenida a los mandatarios y a sus parejas en la nave central del Prado no pude evitar recordar a Jorge Semprún, escritor que formó parte del Consejo de Ministros de Felipe González a finales de los 80 ocupando la cartera de Cultura. En varios de sus libros Semprún evocó la importancia que para él supuso el Museo del Prado durante su infancia en la República y sobre todo en la dictadura franquista cuando fue enlace entre la dirección del Partido Comunista en el exilio y los comunistas del interior. Un joven Jorge Semprún acudía al Museo del Prado en los años 50 para recordar las tardes que pasó en el Prado en compañía de su padre y de sus hermanos durante la década de los 30, pero también para vigilar si algún esbirro de la policía secreta de franquismo le seguía el rastro. Delante de Las Meninas de Velázquez había por aquel entones un espejo para que los visitantes pudieran observar el cuadro con la perspectiva del pintor. Semprún utilizaba aquel espejo para asegurarse de que nadie le seguía.

Pedro Sánchez, buen lector, conoce sin duda la obra de Jorge Semprún. Como también la increíble hazaña que llevaron a cabo un puñado de jóvenes republicanos en el comienzo de la Guerra Civil española. Ante el temor de que algunos de los diarios bombardeos de la aviación franquista sobre Madrid (bombardeos que causaron miles de muertos y que Andrés Trapiello olvidó mencionar en su conocido libro pro franquista de título Madrid) destrozasen las telas del Prado, empaquetaron todos los cuadros posibles y se los llevaron a zona segura en camiones por carreteras que solían ser también bombardeadas. Uno de aquellos jóvenes fue Maria Teresa León que contó aquel viaje en su libro Memoria de la melancolía. Y como colofón a este itinerario de la mejor cultura española, las y los acompañantes de los mandatarios acudieron al Museo Reina Sofía para conocer de primera mano el cuadro en el que Picasso resumió la barbarie franquista sobre la población española que no quiso apoyar el golpe de Estado de 1936.

Para que España fuese elegida sede de la reunión de la OTAN en un momento tan decisivo fue fundamental la persona del presidente. Por mucho odio que levante su mera presencia en los medios de comunicación conservadores y en las televisiones de extrema derecha, Pedro Sánchez tiene en Europa una excelente imagen. Su trabajo durante la pandemia, su ronda de visitas por Europa convenciendo a los dirigentes europeos lo esencial de un fondo de recuperación, su capacidad para expresarse en inglés y en francés, su cultura y su saber estar, fueron elementos suficientes para que Madrid fuese elegida. Ha sido de agradecer el silencio en el que se instalaron el alcalde de Madrid y la presidenta de la Comunidad de Madrid. Sus habituales chascarrillos y pensamientos en la línea trumpista les hubiesen hecho quedar en el más absoluto de los ridículos.

El ejemplo que España ha dado en el reciente encuentro en Madrid marcará un antes un después en la consideración de nuestro país como lugar de encuentro para la cultura, el respeto y la democracia. El sueño de que España fuese algún día ejemplo de tolerancia y cultura, aquel sueño por el que dieron la vida miles de republicanos españoles, tomó forma, hace unos días, en las calles de Madrid.

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