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Antonio Balibrea

El mundo por dentro

Antonio Balibrea

Johnson no era lo bastante conservador

El penúltimo de los populistas llegados al poder. Embustero compulsivo y vocacional. Ha mentido por doquier, dentro y fuera del Parlamento, a aliados y adversarios, en el Reino Unido y en el continente europeo. Un populista que no cree en nada de lo que dice, ni siquiera en lo que él mismo hace.

“A Boris Johnson, el premier británico, las fiestas en su casa oficial del 10 de Downing Street durante la pandemia, le han salido muy caras. El exalcalde de Londres ha recibido un severo castigo en la capital del Imperio. Los conservadores han perdido las elecciones municipales, incluso en alguno de los barrios más elitistas. No va a ser el más gravoso de los plazos. Johnson no ha terminado de pagar los plazos del Brexit. Pueden ser mucho más costosos los próximos, y culminar con su cese como líder del partido conservador. Aunque busque refugio en el protagonismo internacional”. Esto escribía en estas mismas páginas bajo el título de “La resaca del Brexit” el pasado 14 de mayo. La campaña para la salida del Reino Unido (UK) de la Unión Europea (UE) basada en trolas y cuentos planificados y publicados consciente y sistemáticamente por la prensa amarillista de Londres- la de Rupert Murdoch, el empleador de Aznar- fueron decisivas para la victoria del Brexit. El Reino Unido iba a recuperar la financiación hasta de las corridas de toros, dijo. Firmó un compromiso de libre comercio entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda- el que pretendía cambiar ahora mediante una ley- pero que le sirvió para censurar a su antecesora Theresa May. Todo el dislate de la campaña del Brexit fue la base para la siguiente campaña electoral, y para la mayor victoria de los conservadores en la historia del Reino Unido desde Tatcher. Iba a firmar un acuerdo comercial con los EE.UU. de Trump que le convertiría en mediador ante la Unión Europea. Y Trump perdió la presidencia.

Expulsado de la profesión periodística por mentir, cuando era corresponsal ante la UE. Ya en 2021 trato de proteger a un diputado amigo- Owen Peterson- de violar las reglas de lobbying, modificando las normas éticas del Parlamento británico. En plena pandemia organizó fiestas en su domicilio oficial de primer ministro, el 10 de Downing Street. Dieciséis fiestas confirmadas, documentadas, y multado por la policía metropolitana en abril pasado como protagonista del “partygate”. Pidió disculpas porque “no sabía que estaban prohibidas” aunque se celebraran en pleno confinamiento, dictado por orden suya. Nombró al diputado conservador Chris Pinchet, responsable de la disciplina del grupo parlamentario, hasta que lo descubren como presunto acosador de otros hombres. Johnson era conocedor de esas orientaciones sexuales, pero “se le había olvidado que había sido informado” antes. Es derrotado políticamente en la moción de censura de su propio grupo, aunque gana en votos por 211 a 148.

Tras enfermar de coronavirus y estar en la UVI al principio de la pandemia, reforzó financieramente al servicio de salud (NHS) en contra de la tradición conservadora, para abordar la epidemia. En marzo de este año el Gobierno británico anuncia un plan de gasto que es criticado por hacer muy poco para ayudar a los ciudadanos británicos que sufren por el aumento del coste de la vida; el hoy dimisionario secretario de Finanzas, Rishi Sunak,- aspirante a suceder a Johnson, a no perder de vista- se niega a retrasar un aumento planificado del impuesto sobre la renta, y se niega a aplicar un impuesto sobre las ganancias sobrevenidas a las empresas de petróleo y gas que se benefician del aumento de los precios de la energía. Dos meses después el Gobierno conservador cambia de rumbo en su decisión fiscal sobre las compañías de petróleo y gas y anuncia planes para un impuesto del 25% sobre las ganancias inesperadas.

Tras tres años de primer ministro a Boris Johnson le han echado los suyos. No me refiero sólo a los diputados y cargos públicos dimisionarios del partido conservador; sino a los medios que le auparon y ahora se han afanado en difundir su mentiras, errores e incompetencias; y a los grupos económicos que no le perdonan las medidas económicas que tomó durante la pandemia, el apoyo al Servicio Nacional de Salud (NHS) británico, y el cambio de rumbo fiscal anunciado en mayo. En mi opinión, le han echado por no ser lo bastante conservador. Escéptico, farsante, maestro en el populismo nacionalista y las guerras culturales ya lo era antes.

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