Suecia está en zuecos. El canto del cisne del llamado «modelo sueco» se nos presenta, tras su solicitud de entrada en la OTAN, en una realidad definitiva. Mucho ha llovido desde que el inolvidable Olof Palme, primer ministro profundamente comprometido en la lucha contra la dictadura (redacto estás líneas en mi tablet desde el paseo de nuestra ciudad que lleva su nombre) planteara en el parlamento de su país llevar la, a priori, fascinante teoría sueca del amor. Era 1972, hace ahora 50 años.

En su haber quedan (también) fenómenos a medio camino entre la economía, la ingeniería social y el puro marketing de Estado como una empresa de muebles prefabricados que se precia de emplear a presos comunes en su manufactura. Yo personalmente siempre asocié esto a la vieja concepción jurídica, superada tras Beccaria, de las condenas a trabajos forzados. O la eclosión en nuestras carreteras de aquellos enormes y pesados automóviles apodados «coches tanque» en Canarias. Pese a sus sofisticadas novedades tecnológicas en seguridad, propiciaron innumerables dificultades y más de un accidente. Obviamente las estrechas y tortuosas carreteras canarias no estaban ideadas para ellos.

Fue desde el cine donde, históricamente, comenzó a evidenciarse la insatisfacción de la sociedad sueca. Bergman en Fresas salvajes, la película que plasma lo que es la socialdemocracia sueca –Ruiz Domenec– desarrolla un maravilloso retrato de grupo. Una sociedad burocratizada. Todos conocen su papel. Las esperanzas de ultratumba sustituidas por el retiro dorado y el placer del erotismo transustanciado en la insatisfacción del egotismo. ¿Fue esto en verdad Suecia? Más tarde llegarían otros filmes, como el más reciente y demoledor, Teoría sueca del amor, feroz alegato contra los resultados finales del audaz experimento social de profundización en las libertades individuales que emprendiera Olof Palme. Hay una significativa intervención del gran filosofo Zygmunt Bauman en el docudrama. Mujeres que recurren a la inseminación artificial por comodidad y mueren en la soledad de sus apartamentos, sin que nadie las eche de menos durante semanas... Me pregunto por qué el filosofo de la deshumanizacion posmoderna, autor de Amor líquido, Sociedad líquida y Vigilancia líquida nunca publicó ningún ensayo titulado Socialdemocracia líquida. ¿Es ésta la Suecia de hoy?

Con todo, reconozcamos, finalmente, españoles y canarios, que nuestra educación sentimental hubiera sido distinta si solo fuéramos víctimas de aquellas insoportables películas de Pajares y Fernando Esteso, peores, si cabe, que las clasificadas S. Si nuestras playas no se hubieran poblado de aquellos míticos «cuerpos donde se junta/el nácar y la luz» como escribiera el canario Justo Jorge Padrón (un creador que nunca ocultó sus críticas al modelo socioeconómico cuyo establecimiento cultural lo había laureado como poeta de nombradía planetaria.)

Pero no. No. Nunca lograremos renegar, realmente, de la patria de aquellos cuerpos fríos, amorales, tersos, bellos... «no hay perdón para aquellos/que vieron desnudarse la luz y enajenados/supieron el secreto esencial de los dioses».