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Lamberto Wägner

Tropezones

Lamberto Wägner

Equivocarse bien

El escritor chino Lin Yutang ya nos advertía que no nos lamentáramos «¡Pero qué lástima lo que me acaba de ocurrir!», pues la desgracia se podía tornar en fortuna a poco que le diéramos tiempo al tiempo.(Y por cierto que esta dicha podía a su vez devenir en un nuevo tipo de desgracia). Y viene esto a cuento cuando uno percibe cómo un aparente desaguisado, con el tiempo se convierte en inesperada bienaventuranza.

Y no hace falta limitarse a las pequeñas miserias de la vida cotidiana; en todos los ámbitos nos podemos topar con este fenómeno.

En el campo de la gastronomía, quien no ha oído hablar de la famosa ensalada «vichyssoise».

Pues en su génesis está una sopa al estilo de la porrusalda que el chef del Ritz Carlton prepara para un banquete, pero que sus ayudantes se olvidan de calentar, sirviéndose fría, lo que termina elevando a los altares de la gastronomía el famoso hallazgo de la «ensalada vichyssoise».

En arquitectura a que no se imaginaban los constructores románicos del siglo XII, cuando constataron alarmados cómo su flamante torre de Pisa se inclinaba peligrosamente, que ese iba a ser el arranque de todo un mito. El haberse equivocado en la consistencia de los cimientos del famoso campanario iba a perpetuar, gracias a posteriores labores de afianzamiento, uno de los hitos turísticos universales. Además de generar una de las fotografías emblemáticas en la excursión a la Toscana de todo turista que se precie, aparentando sostener a la traviesa torre.

En el ámbito de la ingeniería naval tenemos un ejemplo absolutamente icónico: el del navío real Wasa, botado en las aguas de Estocolmo hace casi cuatro siglos. Orgullo y paradigma de la armada imperial sueca, el navío se escoró y se hundió en cuestión de minutos, ante la anonadada multitud. Una desgracia colosal en términos de prestigio de la industria naval sueca, por supuesto. Pero si nos abstenemos por un momento de las pérdidas en vidas humanas, ¿no es de justicia reconocer las bondades de un percance que se ha convertido en una fuente de venturas? Una vez reflotado y reacondicionado, el impresionante bajel real se ha convertido en el principal activo turístico de la capital sueca, contemplado hasta la fecha por no menos de 20 millones de visitantes. Como un ave fénix resucitada de sus cenizas, el galeón vuelve a restituir ante nuestros ojos el esplendor frustrado de los tiempos del rey Gustavo II Adolfo.

Por no mencionar los errores en filatelia, donde una pequeña imperfección en un sello, aparentemente un baldón en el proceso de confección, habrá hecho la fortuna de más de un coleccionista, feliz poseedor del ejemplar bastardo que le hará rico para siempre. Incidencia que por supuesto podemos hacer extensiva a la numismática u otras disciplinas.

Lo cual me lleva, indefectiblemente, visto lo visto, a una famosa boutade del modisto Pertegaz, que cobra renovada fuerza cuando pontificaba, conminando a sus empleados a que evitaran cualquier error, pero que si a pesar de todo habían de cometer alguno «¡que fuera nuevo!»

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