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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

Empleados a la carta

Cuando llegó la Covid-19, tanto las instituciones públicas como las empresas privadas impusieron la obligatoriedad de la cita previa para todos los servicios, de modo que la acumulación de personas no se convirtiera también en un foco de contagio, una medida sanitaria claramente justificable.

Pero resulta que esas medidas se han prolongado en el tiempo a la vista de que suponen una forma de controlar a conveniencia el trabajo de los contratados por parte del contratador.

La cita previa ha cambiado la relación entre empresa, trabajador y cliente, y si hasta hace poco era la empresa la que estaba al servicio del cliente, ahora es el cliente el que está al servicio y conveniencia de la empresa.

Peor aún lo tienen los trabajadores que, como quiera que están sujetos a citas puntuales, solo le van a pagar por ese tiempo de trabajo, y si el empresario tiene un cliente que quiere que le atienda una señorita rubia y otro que prefiere que sea morena, solo tiene que contratar a una persona, e irle cambiando la peluca según sea la cita previa…

Además, puede sacarle el máximo partido al personal con una plantilla más ajustada al trabajo previsto. Un chollo para la empresa y un problema para el consumidor, que ya no podrá contar con el servicio de atención al público que antes tenía en cualquier momento y a la hora que le fuera conveniente.

Hace unos años en México vi que, delante de una cafetería de la Plaza de Las Tres Culturas, se reunían bastantes personas cada mañana. Cada uno llevaba escrito un oficio en un papel como, por ejemplo, albañil, pintor, fontanero, carpintero…, así que, si alguien lo necesitaba, solo tenía que preguntarle por el trabajo que quería que le hicieran, y entre los dos acordaban el precio.

Es la forma más primitiva de trabajo que se conoce, pero no la más adecuada para un país de la Unión Europea del siglo XXI, Gregorio.

Pero es la única salida que nos están dejando las actuales políticas neoliberales, con las entidades financieras españolas por delante, que solo en al año 2021 han despedido a 19.000 trabajadores y que de 1916 a 2021 han cerrado 10.000 sucursales bancarias.

Con menos puestos de trabajo disponible, con pandemias y conflictos bélicos ¿cómo se puede arreglar todo esto, Gregorio?

Cuando de jovenzuelos cogíamos el último pirata de Las Palmas a Telde, tenían que cerrarnos la puerta del furgón a empujones, y el chofer decía: «Mientras se pueda cerrar la puerta no hay problema, ya se irán colocando cada uno con los primeros baches…»

Pues eso debe ser lo que están pensando los rusos, chinos y americanos, que la guerra irá colocando a cada uno en su sitio.

Será mejor que nuestros hijos y nietos vayan solicitando cita previa para ingresar en el ejército, en alguna administración pública, o como profesional para hacer fila en las colas…

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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