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Miren a ver

Antonio Cacereño

El cónsul que se va y que se queda

Ahmed Moussa, cónsul general del Reino de Marruecos en las Islas Canarias y saharaui de nacimiento, se va. Bueno, se va de la misma manera que se puede ir cualquiera que siempre estuvo aquí y que siempre estará aquí. Es el caso de quien nos ocupa. El de un hombre criado en un Sahara con estrechos vículos con Canarias, su padre ya venía a las Islas en 1945, y formado inicialmente por profesores canarios y escuelas españolas. Un hombre que quiere al Sahara y a Canarias, a España y a Marruecos y que hace todo lo posible por tender puentes y construir una buena relación entre un lado y el otro. Hay un antes y un después del paso de Moussa por el Consulado de Marruecos, al que llegó en septiembre de 2012.

En la última década, además de padecer dolorosas pérdidas personales, ha vivido junto en esta tierra las transformaciones que ha experimentado y aún experimenta el mundo. A partir de las cicatrices de la salida de una crisis económica como no se había visto otra igual desde 1929 a la pandemia que confinó al planeta y lo cambió para siempre hasta llegar a las incertidumbres que generan la actual guerra en el corazón de Europa y la letal inflación que históricamente tantos padecimientos ha causado.

Sus diez años entre nosotros han sido en el mundo, por desgracia, tiempo de matanza, guerra y conflicto; cambio climático; estallidos sociales; disrupción política populista;… Tiempos de gran esfuerzo para toda aquella diplomacia que rehúya del arte del engaño y busque reducir en la medida de lo posible el daño que acontecimientos tan perturbadores causan a la estabilidad ciudadana.

En este contexto en el que lo incierto y lo imprevisible se vuelve rutina y la crisis se convierte en trasunto permanente, Ahmed Moussa, el saharaui, el canario, el marroquí, el español, ha hecho frente a grandes retos: la llegada de migrantes a las costas isleñas con su reguero de muerte y sufrimiento y unas relaciones entre España y Marruecos primero fracturadas por el maltrato del desencuentro y luego encaminadas al único lugar posible, el entendimiento.

Ahmed Moussa, centrado en todo momento en hacer lo posible por aportar soluciones, ha demostrado ser un diplomático de altísimo nivel comprometido con la resolución de los problemas cualquiera que fuera su tamaño. Se le ha podido ver empujando y dando aliento a la colonia marroquí en Canarias en la esforzada tarea de crear empresas o lograr aquí cualificados puestos de trabajo. La colonia marroquí es una de las mayores de la región con casi 20.000 personas asentadas y otras 10.000 que van y vienen a tratarse en nuestros hospitales, a comerciar, a disfrutar de unas vacaciones o a visitar unos días a sus familias o amigos .

También se le ha podido observar en el empeño de buscar alivio al irresoluble drama de la migración: identificación y repatriación de fallecidos, localización de familiares de quienes perdieron la vida en el intento de alcanzar nuestras playas, apoyo a los que quieren regresar a casa tras fracasar en la búsqueda de una vida mejor,… Allí estuvo fuera el dia que fuera, fuera la hora que fuera. En las duras y en las más duras.

En lo político es un defensor a ultranza de la autonomía del Sahara Occidental como la mejor solución para el conflicto que sacude la región desde la salida de España. Una situación que obstaculiza o impide el desarrollo personal y los proyectos de vida de los saharuis. Aquí ha explicado con tesón a quien ha querido escucharle que el Frente Polisario no es el representante único de los saharauis. Que hay saharauis como él y su familia y otras decenas de miles que se consideran saharauis unionistas y que tienen tanto derecho como los saharuis de Tinduf a ser escuchados por quienes pretendan decidir el futuro del Sahara Ocidental. Y que, además, tienen otras ideas, que no pasan por la guerra ni por el enfrentamiento.

Se va y aún así queda con nostros un hombre cabal, con sentido común y risa sincera. Un caballero amable de mano tendida y permanente hidalguía. Un ciudadano del mundo que no calla ante la injusticia y la falsedad y que apuesta por la amistad y la cooperación. Un mulsulmán ilustrado que bien pudiera pasar por hijo de los valores de fraternidad, libertad e igualdad que tanto han caracterizado a la modernidad. Un defensor del entendimiento, la paz, el desarrollo de los pueblos y el humanismo cívico.

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