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Xavier Carmaniu Mainadé

¿De quién es Simón Bolívar?

Seguro que nuestros lectores han visto las imágenes de Colombia, donde el rey no se pone de pie cuando se presenta la espada de Bolívar, solo cuando acaba el acto, mientras esta se retira. Al parecer, en el protocolo de la ceremonia no estaba indicado que había que levantarse, pero para los colombianos no hacía falta que nadie les diera órdenes. Aquella arma, allí, ante todos, tenía tanto significado que simplemente se pusieron de pie. Lo explicó magníficamente el profesor de Ciencia Política de la UdG, Salvador Martí, en un artículo publicado en prensa.

La espada de Simón Bolívar.

Gustavo Petro está considerado como el primer político de izquierdas que llega a la presidencia colombiana. De joven estuvo vinculado a la M-19, una guerrilla urbana que se dio a conocer en 1974 precisamente al robar la espada de Bolívar de la Casa Museo que tiene dedicada en Bogotá.

La ‘Gran Colombia’

En la historia hay hechos y personajes que sirven para crear una identidad colectiva, eso que ahora en la jerga de la politiquería actual es llamado «el relato». Los catalanes lo sabemos bien porque figuras como los presidentes Macià, Companys o Tarradellas son citados cada dos por tres para reforzar argumentarios políticos actuales. En América Latina ocurre lo mismo con Simón Bolívar, símbolo del movimiento emancipador que llevó la independencia a las colonias españolas. Pero su idea era crear un macroestado llamado la Gran Colombia, proyecto que fracasó. Quizás por eso, cuando murió en 1830, se le dejó de lado y las nuevas generaciones de dirigentes prestaron más atención a otros personajes, como Francisco de Paula Santander, que era partidario de un gobierno federalista que limitara las atribuciones del presidente y de las fuerzas armadas. En cambio, Bolívar tenía una concepción centralista, autoritaria y militarizada de lo que debía ser un Estado.

No es de extrañar que a mediados del siglo XIX, mientras el partido liberal colombiano alababa la figura de Santander, el partido conservador prefiriera a Bolívar. La grandeza de este tipo de personalidades tan relevantes es que a posteriori todo el mundo puede poner el acento donde más le interese. Así, durante la década de 1880, los conservadores ensalzaban un Bolívar autoritario, centralista, paternalista y católico a partir de textos y episodios biográficos del Libertador escogidos expresamente para reforzar esta perspectiva. Fue un proceso que duró décadas y que se sirvió de la prensa para popularizar una imagen bolivariana que poco encaja con la que tenemos hoy en día.

Más adelante, durante el siglo XX, continuó aquella operación gracias al también conservador Laureano Gómez, que llegaría a la presidencia en los años 50. Y lo mismo hizo el militar Gustavo Rojas Pinilla, que se hizo con el poder en 1953, gracias a un golpe de estado sin violencia. En su caso sobre todo hizo hincapié en el aspecto castrense del líder independentista y destacó el papel de Bolívar en la guerra contra los españoles.

En 1957 Rojas fue expulsado del poder por la coalición Frente Nacional, formada por los tradicionales partidos liberal y conservador. Posteriormente fundó su propia formación política y se presentó en las elecciones de 1970, que perdió contra pronóstico por la manipulación del escrutinio. Aquello provocó que un grupo de jóvenes desengañados por el fraude electoral optaran por la lucha armada y fundaran el M-19.

Conscientemente su primera acción fue robar la espada de Bolívar porque querían poner el foco en la identidad colombiana y latinoamericana de su organización. También para conectar con el pueblo a través de ese personaje histórico tan idolatrado pero que hasta ese momento se lo habían apropiado los conservadores. Según decían, la espada quedaba en sus manos para continuar el proyecto bolivariano.

El arma estuvo en poder del M-19 hasta su disolución en 1990, cuando las autoridades la recuperaron y la guardaron fuertemente custodiada. Desde entonces, no se había vuelto a exponer públicamente hasta este 7 de agosto. Por eso el gesto de Petro era tan trascendente. Y aunque parezca lo contrario, quedó reforzado gracias a un rey español que no se levantó porque no entendió qué estaba pasando en Colombia.

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