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Reflexión

Los Evangelios, aplicables a la guerra de Ucrania

Dejo clara mi oposición a la invasión de Ucrania. Una guerra que perderemos todos, inclusive los USA, los más empeñados en ella. Después de esta catástrofe, nada será igual. Nadie –y menos los culpables de esta contienda– podrá olvidar el siniestro paso mefítico de la muerte, anunciado por el ruido de bombas y pólvora, presente hora a hora, minuto a minuto, que nos hace pensar en la incapacidad de los políticos para llegar a acuerdos. ¿Para qué sirven entonces, los dirigentes y los 702 eurodiputados? Miles de muertos, millones de ucranianos que huyen bajo un continuo terror numantino, alejándose de su infancia, su juventud, en el despertar de un maldito sueño en el que perecieron sus recuerdos y sus esperanzas.

La Unión Europea, cuarteada por diferentes posturas de sus Estados, que pierden, año tras año, una parte de su entidad etnográfica, convertida, ahora mismo, en una versión saturniana que la deja en manos de su producto guerrero: la OTAN. (En palabras del Marqués de Sade «en las relaciones humanas, siempre se es mitad víctima y mitad culpable»). La ignorancia ha hecho mella en la UE, que no ha sido capaz de calibrar su dependencia energética de Rusia y nos ha llevado a una crisis económica, una inflación galopante, en resumen: una pelota de frontón que rebota en la dura pared de las sanciones, una culpable autoflagelación que está atravesando el puente de la miseria, siendo la primera aplicación evangélica anunciada en el título de este artículo, con la flagelación de Cristo, con el fallido y cobarde intento insuficiente de Pilatos para librarlo de la Cruz. ( Pinturas de Caravaggio y Piero de la Francesca, Cimabue).

La segunda aplicación es el Sermón de la Montaña, la exaltación de la bienaventuranza, a los pobres de espíritu, a los mansos, las obras de misericordia… La paz.

En estos momentos bélicos lo más parecido a los postulados del Sermón es la actitud de un gran número de filósofos hacia la guerra. Enmanuel Kant dice que la guerra es «la razón de la sinrazón» y se pronuncia contra las alianzas bélicas para las que la guerra justifica su existencia. Me interesa más traer al tema a teólogos y filósofos españoles y canarios. Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573) que discute la legitimidad y causas de la guerra, en su diálogo filosófico Demócrito. Francisco de Vitoria (1483-1546) «de iure belli»: las causas que hacen lícita la guerra se limitan a repeler o castigar la injuria. A la contra Luis de Molina (1535-1600) (Justicia y Derecho) no admite el derecho de inmigración, que justificaba la entrada armada en la tierra de los indios. Bernardino de Sahagún (1499-1590) y el jesuita canario José de Anchieta, defendiendo los derechos de los indios y oponiéndose a la violencia,

La tercera aplicación nos lleva a la expulsión de los mercaderes del Templo (Cuadros del Greco, Rembrandt, Bassano). La opción de cañones en vez de mantequilla ampara a los múltiples mercaderes de la guerra de Ucrania, que son parte de ese gran conglomerado de asesinos de traje negro y zapatos de charol repartidos a lo largo del mundo. Son los señores de la muerte, que negocian con lo más preciado del hombre: la vida, mientras cavan sus sepulturas, cómplices de los buitres negros que aguardan un desastre nuclear escondidos tras una esquina Y no son solo grandes capos, son también naciones que se revuelven y ocultan, como cucarachas, entre la corrupción que nos envuelve. ¡Oh, España!

Recomiendo a mis lectores el cuadro de Giotto (Capilla de Scrovegni, Padua) en el que Jesús pierde la compostura y saca a puñetazos a los mercaderes del Templo. Ese Templo que es, ni más ni menos, que la gran metáfora de la hipocresía y la Historia de la que dijo Jorge Luis Borges: «La historia de la humanidad es la de la felonía».

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