La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan Francisco Martín del Castillo

Serrat, fill meu

Serrat está de gira. Pero, no cualquier gira, sino la definitiva, la última de su larga y exitosa carrera. Cada nuevo concierto entraña una despedida en la que la ciudad que le recibe es, a su vez, la ocasión propicia para celebrar tantos años de entrega y reconocimiento. Un verano como éste, pues, ha sido el elegido para completar una gira llena de emociones a flor de piel. Un servidor fue testigo, en uno de ellos, del talento del catalán y de la generosa implicación del público con unas canciones que ya han marcado un tiempo histórico.

Fue en Alicante, el pasado miércoles, 3 de agosto, en una noche mágica, mediterránea, en el sentido vital de la palabra. Como anécdota, el hombre se hizo esperar en una plaza de toros a rebosar. Y pensé qué mejor sitio para escuchar la voz del cantautor; qué lugar, si no, para corroborar que Joan Manuel Serrat sigue identificándose, como el primer día, con la imagen de un país que salió felizmente de los sopores de una dictadura para buscar la alegría y la esperanza de la libertad. Entre maravillado y atónito, asistí a la confirmación de un destino en lo personal y en lo musical.

Desde la atalaya que supone haber alcanzado una vejez serena y lúcida, la interpretación del compositor tuvo una dimensión casi familiar, con un aforo igualmente reivindicativo, que colmaba la sensación de que Serrat era de todos, de jóvenes y mayores, como el símbolo de una idea de España todavía por concretar. Por una vez, se hicieron válidos los versos de Juan Ramón Jiménez para hacer inteligible la impresión que transmitía el veterano cantante entre los asistentes al concierto: «Hacerme sentir que yo era tú, /para hacerme gozar que tú eras yo, /[y] para hacerme gritar que yo era yo». Porque la gira de Serrat, aparte de una despedida, es también un espejo en el que se mira una generación de españoles.

Uno, sin ser parte activa de ese momento vital, sí que es capaz de captar la esencia del Serrat imperecedero así pasen los años. Un Serrat con el que me identifico plenamente. Un Serrat, por decirlo con rotundidad, español por los cuatro costados. Cuando, entre canción y canción, pronunció un «fill meu» para hablar de unos padres ausentes y de una Barcelona ya desaparecida me solidaricé por completo con el catalán. Es el Serrat que celebramos todos por igual, el mismo que solivianta tanto a los enemigos de la libertad como de la tolerancia. En fin, mientras exista Serrat, España será posible.

Compartir el artículo

stats