La Provincia - Diario de Las Palmas

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Juan Francisco Martín del Castillo

Enseñanza clandestina

La LOGSE fue el hito inicial, un primer conato de destrucción, amparándose en falsos parámetros de modernidad educativa, y la LOMLOE viene a ser la puntilla del proceso. Entre una y otra, se puede contemplar cómo, decreto tras decreto, la educación en España se ha ido adentrando más y más en esta espiral destructiva. Porque hoy, descontando honrosas excepciones, los chicos no entienden lo que leen ni saben expresar por escrito la más simple de las ideas. Tampoco, si son interrogados al respecto, están en la capacidad de reconocer y señalar la tesis de un texto cualquiera. Y de las ciencias, ni hablemos. Las identidades notables, por ejemplo, les siguen pareciendo a los alumnos de Segundo de Bachillerato un galimatías más propio de una civilización extraterrestre que del nivel de enseñanzas cursadas. Pero, ¿y qué podemos hacer los profesores cuando es la misma administración la que patrocina esta derrota de la inteligencia? La tarea del docente, en tal caso, es la tarea del héroe, remedando uno de los títulos más conocidos de Fernando Savater. O, tal vez, la tarea del disidente, puesto que, en casi todos los centros educativos de España, hay genuinos profesionales que todavía resisten, albergando la íntima convicción de que su trabajo diario es el de formar a los chicos como debe ser. En definitiva, enseñar se ha convertido en un acto clandestino, con todo lo que ello significa. Estos docentes, marginados y despreciados por la nueva pedagogía y los políticos de turno, son los que están salvando por ahora al sistema de la ruina total. Sin embargo, de aquí a unos años, si lo descrito no cambia, tan seguro será que cada alumno titule en todas las etapas, sea cual sea su rendimiento objetivo, como que la ignorancia acompañará a cuantos diplomas obtenga. No obstante, lo que más duele de esta aciaga dinámica es que un país como el nuestro, con una “juventud solar”, como ya la calificara Miguel Hernández en sus versos, la estará entregando a la mediocridad, a una miserable medianía. En conclusión, la educación se ha ido al carajo por la acción conjunta de los petimetres de la pedagogía y los políticos de una ideología que anula el mérito y la excelencia. No sé cómo se saldrá de esta vorágine, ya que ni los cambios de gobierno la han parado, pero lo cierto es que España necesita con urgencia un pacto educativo, un acuerdo que mitigue los efectos degradantes de tanta soberbia y estupidez.

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