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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

El poderío urbanístico

Los vecinos de Tamaraceite o una parte de ellos viven una mecánica paulatina de gentrificación, un proceso de expansión comercial y urbanístico que amenaza con acabar con su población genuina tras enterrar bajo los centros comerciales y la Circunvalación su tradición rural. El Ayuntamiento ha apretado el acelerador de la urbanización y presume de acometer todo tipo de ladrillitis en formato de centro de día o cultural, pero a la vez aísla por una mala intervención –la sepultura de una calle, sin ir más lejos– a las tiendas de toda la vida y a un núcleo de vecinos del casco antiguo. Esta localidad y su transformación encarnizada es ahora mismo un laboratorio para objetivar un modelo especulativo del suelo, donde las operaciones comerciales o residenciales acabarán (o ya lo han hecho) llevándose el gato al agua. Es más que probable que muchos piensen que el poderío de las grandes superficies y el desembarco de residentes foráneos traerá consigo cierta prosperidad, más allá de cualquier nostalgia siempre dispuesta a ser dominada. Y es hasta lógico que a algunos no les importe enfrascar el pasado y llevarlo al mercadillo del domingo junto a la venta de los quesos, elaborando una etnografía ad hoc, si se quiere. Pero lo que es irreversible, como ha quedado demostrado con el afán poligonero de los 60, es que vaya cuajando una bomba urbanística, una periferia atosigada de vehículos, con retales de zonas verdes y con vecinos que sufren (o al menos lo viven) un permanente arrinconamiento producto del frenético crecimiento. El urbanismo no puede ser una máquina para acumular riqueza, dado que las graves decisiones que se toman al respecto acaban moldeando finalmente a los vecinos de siempre y a los recién llegados. Sólo con ver la fisonomía de la hiperbólica y desastrosa crecida de Tamaraceite nos damos cuenta de que se pierde una vez más la oportunidad para la integración social, o para impedir la extrañeza que se apodera de los que sienten que un día pueden ser expulsados de sus viviendas por una fuerza motriz.

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