La Provincia - Diario de Las Palmas

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Marrero Henríquez

Escritos antibélicos

José Manuel Marrero Henríquez

La raqueta de pimpón

Nopólemo se quiere comprar una raqueta de pimpón porque, como las pelotas que el contrincante devuelve, muchas cosas de la infancia, de la adolescencia y de la juventud regresan en la madurez y en la primera vejez. Y ese retorno del tiempo que se repite y que a la vez avanza en forma helicoidal e intransigente es el motivo por el que Nopólemo quiere comprarse una raqueta de pimpón, porque después de unas cuantas décadas ha vuelto a practicar un deporte al que dedicó muchas horas de su mocedad. Lo mismo le ha pasado con las artes marciales: de niño, en el cine de las tres, que por entonces costaba medio duro, vio muchas películas de kárate y por eso de mayor dedicó una década al Shorinji Kempo; y con las carreras de montaña: ha llegado a terminar el maratón del Montblanc y el del Meridiano y ha entrenado duro porque en su infancia acompañaba a su abuelo por andurriales hasta llegar a las fincas de plataneras; y con la batería: porque de joven escuchó a Zappa, Fitzgerald, Fripp, Baker, Blackey, UK y tantos y tantos y porque en esa amplia degustación Bill Bruford ha quedado como uno de los instrumentistas y compositores de su preferencia.

Por esa recurrencia de las cosas que se repiten en el tiempo que avanza de forma helicoidal e intransigente y que lo llevó al Shorinji Kempo, a las carreras de montaña y a la batería, ahora Nopólemo se dispone a recuperar al jugador juvenil de pimpón que fue. Y no es sencillo. En ningún caso las cosas son como antes. Para empezar, a lo que en su día Nopólemo llamaba raqueta de pimpón ahora lo llaman pala, con lo que su primera búsqueda en internet de esa herramienta indispensable para el juego queda truncada. Al buscar raquetas no aparecen en el resultado de google las palas, al buscar palas no aparecen los resultados correspondientes a raquetas. Ha de buscar por partida doble, raquetas y palas, aunque sean lo mismo.

Antes todo era más sencillo, sólo había raquetas malas y buenas, las malas eran de corcho y de madera con una película fina de goma pegada en ambos lados, ahora las raquetas en sus etiquetas sistemáticamente informan de sus niveles de speed, spin y control, así, en inglés, es decir, de velocidad, efecto y control, en las múltiples combinaciones que de esos tres factores se puedan hacer. Lo que queda claro a Nopólemo después de investigar un poco es que a más velocidad y efecto menos control, con lo que Nopólemo, dado el tiempo que hace que no tiene una raqueta en sus manos, y dado el avance de su edad, piensa que en su nueva raqueta le va a convenir perder algo de velocidad y efecto para incrementar el control.

Y no todo queda en una cuestión de velocidad, efecto, control, agilidad perdida y edad ganada, también la elección de la raqueta adecuada debe contemplar la mayor o menor agresividad del jugador, su resistencia, su paciencia, que es decir su carácter y su psicología. Nopólemo, aturdido por tantos factores, pone un tutorial de youtube para distraerse y al mismo tiempo recordar los golpes básicos del tenis de mesa cuando, en la explicación de uno de ellos, no recuerda si el golpe listado, el de revés con efecto anverso o el de derecha con el efecto dado desde la parte superior de la pala, cae en la cuenta de que no sólo se trata de velocidad, efecto y control, de agresividad, paciencia y psicología, también se trata del grosor de la goma y de la esponja, del material de ambas, de si el mango es ergonómico, de si está la pala diseñada para minimizar las vibraciones de los impactos, de si se prefiere que la pala sea de carbón o de madera, del dibujo de la goma, que puede o no ser igual por ambos lados y que incluso en un mismo lado puede tener dos dibujos, o tres, de la cantidad de dinero que se quiera gastar y que va desde apenas un par de euros hasta el infinito y de miles de otros detalles.

No ha empezado a practicar pimpón y Nopólemo está muy agotado; pero no abandona, es minucioso, no lo puede evitar, y también es porfiado y voluntarioso, así que da vueltas y vueltas a la cabeza, reflexiona y medita una y otra vez sobre los múltiples factores que debe sopesar a la hora de decidirse por una pala de pimpón. Una y otra vez y otra más. Al final todo le resulta tan apabullante y los factores son tantos que Nopólemo termina por admitir que ha llegado a un callejón sin salida, que necesitará años de los que no dispone para estudiar los pormenores de esa compra sin temor a equivocarse.

Para resolver el entuerto surge el Nopólemo que, además de minucioso, porfiado y voluntarioso, es sobre todo ocurrente y resolutivo. En lugar de usar el método deductivo que le llevaría tres vidas, si no más, para al final llegar a una conclusión insegura, usará el método inductivo, se dejará de palas y de raquetas y de tutoriales y de pesquisas, cogerá la raqueta de su infancia, la de toda la vida, una buena raqueta de pimpón, gastada pero todavía operativa, y se pondrá a jugar hasta ver si le coge el tranquillo y empieza a dar mates a diestra y siniestra, con agresividad y paciencia en diferentes grados, y con velocidad, efecto y control en cantidades variadas.

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