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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

La jefa del sindicato monárquico

El fenómeno es que en un mundo donde lo efímero se antepone a lo inmutable exista una reina de los viejos reinos, de palacios con pasillos interminables, que acabe eclipsando cualquier actualidad. La muerte de Isabel II nos sitúa en la tesitura de paladear el morbo de ver fenecer el pasado bajo el torrente del futuro, donde reyes y reinas se reconvierten mientras observan cómo sus vástagos y adláteres se ganan la vida como influencers y celebrities. La gloria de la sangre se desploma, la roca dura que soportó sobre sus espaldas el tinglado que se derrumbaba y renacía con una campaña de imagen que la rescataba del desorden de lady Di, Carlos, Felipe, Andrés, Ana, Margarita o Enrique... El orden de esta mujer y esposa menuda, aparentemente incorruptible al sentimiento, frente a las perturbaciones. ¿Pero qué vendrá ahora? La mandataria y jefa suprema e incuestionable del sindicato monárquico deja la estela perfumada de la incógnita: quizás su sepelio terrenal y fantástico engulla para siempre, igual que un tsunami, la creencia de que todavía se puede mantener la institución de la herencia para mandar sobre un país, el lazo biológico que desestima la democracia. ¿Será la última mohicana? Isabel II, para beneficio de sus descendientes, ha sabido convertir los ritos y posesiones de su institución en una especie de acervo pop que la ha elevado al paraíso de las estrellas, protagonista de series de audiencias multimillonarias. El poderío de su escenografía y su carácter icónico son ahora mismo el libro de texto donde se miran las declinantes monarquías del resto del mundo, admiradas de su marmórea resistencia y saber hacer cuando el fango de los escándalos está a punto de salir por los retretes. Pero una vez más hay que repetirlo: el fenómeno, insisto, es que la irrealidad de unas tradiciones embalsamadas sean capaces de paralizar el globo terráqueo, casi como por el asombro provocado ante un diálogo entre Luis XIV, el Rey Sol, y el mismísimo planeta Marte. Cae un meteorito en la Tierra: ha muerto un agujero insondable en el tiempo.

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