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Reflexión

Memoria histórica, en inglés

Hace solo unas horas que ha fallecido la Reina Isabel de Inglaterra a la edad de noventa y seis años, después de setenta ciñendo la corona.

Cuando nace Isabel II de Inglaterra, año 1926, ya llevaba Stalin cuatro años en la cúpula del poder en Rusia, después de deshacerse de compañeros, como Lenin y Trotski, y en camino de ejecutar a millones de personas por el mero hecho de ser disidentes de su ideología, que desde Rusia se intenta exportar al mundo entero: el comunismo internacionalista, la revolución y asalto del poder para instaurar la dictadura del proletariado. Esta ideología y prácticas antidemocráticas son abrazadas por anarquistas, comunistas e incluso por los partidos socialistas de toda Europa (el eurocomunismo se aleja del «ejemplo y disciplina» de la URSS en 1970, y el español PSOE abandonó las tesis marxistas en 1979).

El mismo año en que nace Isabel de Inglaterra se publica el libro Mein Kampf con el que Adolf Hitler se lanza a la conquista del poder en Alemania, mientras que Benito Mussolini también cuatro años antes, en 1922, era designado jefe del gobierno de Italia e iniciado su dictadura totalitaria. Habían comenzado a eclosionar el nacionalsocialismo, el fascismo y el nazismo, que también generarían el sacrificio de millones de europeos.

Con el caldo de cultivo de la crisis de la Primera Gran Guerra, estos modos absolutamente antagónicos de entender el mundo tenían por fuerza que chocar y provocar los más profundos horrores, como así fue con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

En los años veinte y treinta del pasado sigo XX, España se encuentra sumida en su atraso secular, con una población sobrada de necesidades y escasa en educación, manejada por caciques civiles y religiosos, y, desde muchos años antes, envuelta en un sistema político corrupto y estéril, a menudo secuestrado por los espadones, militares que con mejor o peor intención acudían, por las urnas o por la fuerza, a tomar el poder e intervenir en la política. En tal situación y momento europeos, España no podía quedar al margen de la pugna de aquellas dos grandes ideologías antagónicas.

En esos momentos a nadie le importó saltarse la legalidad tan a menudo como fuera necesario para obtener sus fines. Los anarquistas, comunistas y socialistas revolucionarios, por un lado, y los partidos nacional socialistas, fascistas, tradicionalistas y asimilados, por otro, se apuntan a métodos y prácticas antidemocráticas, represivas y, en demasiados casos, una violencia inusitada para asaltar el poder.

Finalmente, el general Franco y sus militares afines inician un golpe militar, que genera nuestra Guerra Civil de tres años. Resulta victorioso y, continuando la represión de opositores, unifica los grupos políticos afines e instaura un régimen dictatorial que sólo perderá su carácter fascista años después de verse aislado por los aliados, vencedores de la segunda guerra mundial.

Durante aquellos peligrosos años, la reina Isabel era una niña en proceso de educación. En medio de aquellas dos grandes ideologías extremas dominantes en Europa, Gran Bretaña fue el único país que no se volcó hacia ninguna de ellas y se mantuvo fiel en defensa de su sistema democrático y de derechos y libertades. Cuando Churchill pronunció su discurso «We shall fight on the beaches…», al borde de la invasión nazi, Isabel II tenía solo catorce años.

Desde entonces, hasta hoy, la Reina supo mantener vivo el espíritu de un pueblo que, desde 1215, rige sus destinos en democracia, estado de derecho y en plena libertad para todos y cada uno de sus ciudadanos. Y supo unir la corona a ese espíritu de democracia y libertad.

Isabel cumplió sobradamente el trabajo que se espera de un rey. Memoria histórica, pero en inglés.

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