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Martín Caicoya

La voz del experto

Martín Caicoya

Hacer ejercicio es contra natura y bueno

Hay algo antinatural en hacer ejercicio físico cuando no persigue un fin inmediato de supervivencia, del individuo o la especie. Se corre para acechar o huir, también para cortejar a la hembra en celo. Solo, que yo sepa, las crías de animales corretean y simulan luchas entre ellas, posiblemente, como entrenamiento y exploración. Y quizá los delfines, y otros mamíferos marinos, cuando hacen esas exhibiciones de las que tanto disfrutamos pero, en general, los animales no se mueven si no es para comer, protegerse o reproducirse.

Me puedo imaginar que pronto el ser humano separó ejercicio físico de supervivencia, lo mismo que desconectó el sexo de la reproducción y el comer de la nutrición. Percibió en el esfuerzo una recompensa, unas veces por ganar a su contrincante y recibir el aplauso, y quien sabe si los favores sexuales, otras por esa satisfacción que se tiene al llevar el cuerpo casi al límite o porque tras un ejercicio intenso se generan en el cerebro cannabinoides que producen una íntima y reposada sensación de bienestar. Ahora, con bastante certeza, sabemos que el ejercicio físico regular es uno de los pilares de la salud y del alargamiento de la vida, de la vida sana.

Hacer ejercicio es antinatural porque la tendencia de la vida es a conservar la energía, a realizar el mínimo gasto. Para gastar sin un objetivo de supervivencia se necesita una motivación extra. Uno no tiene que motivarse cuando se ve amenazado: corre o lucha sin pararse a calcular los beneficios de ese esfuerzo, pero cuando está cómodamente sentado en casa, levantarse para dar un dar una caminata a paso ligero es contra natura. Si el macho se pavonea delante de la hembra, lo hace por instinto, pero no hay ningún instinto que nos mueva a subirnos en la bicicleta para escalar un puerto. Solo la razón: el premio a largo plazo y la satisfacción a corto plazo.

Algo ha debido ocurrir en las mentes de nuestros conciudadanos durante el confinamiento por la pandemia. Cuando lo levantaron hubo una explosión de ejercicio que se acompañó de múltiples lesiones. Los fisioterapeutas llenaron sus consultas y las tiendas de deportes quedaron sin existencias: aún es difícil comprar una bicicleta. Creíamos que era eso: una explosión. Sin embargo, aunque aún no hay estadísticas, todo parece indicar que la afición al ejercicio ha crecido exponencialmente. Esperemos que se traduzca en salud.

Es interesante el efecto casi inmediato sobre el cerebro del ejercicio físico, además de esa grata sensación después de la ducha ya comentada. A corto plazo reduce estados de ansiedad ya existentes mientras a largo plazo, el ejercicio regular ayuda a controlar las tendencias a la ansiedad, tan amenazante en nuestra sociedad, sea por la demanda a la que estamos sometidos o por la disminución del umbral de tolerancia. Cada vez más personas tienen que acudir a medicación ansiolítica y antidepresiva, hay más demanda de apoyo psicológico y las ofertas de medicinas alternativas, si así se puede llamar al yoga, el mindfulness y otras técnicas orientales, crecen día a día. El efecto positivo en la función cognitiva es muy interesante. Hay pruebas que demuestran que el ejercicio regular es uno de los pocos hábitos o conductas que reducen el riesgo de demencia. Es difícil saber por qué, solo podemos comprobarlo con las observaciones y casi todas van en esa dirección. Uno de los efectos positivos es la mejora de la función ejecutiva, tan afectado por la demencia, junto con la pérdida de memoria. La función ejecutiva tiene que ver con la capacidad de planificar y organizar, que se pierde a medida que evoluciona la demencia, lo mismo que la de inhibir o promover comportamientos, sujetos como quedan a los azares de un cerebro no controlado. Un descontrol que afecta a la gestión de las emociones. Aunque no se llegue al estado de demencia, cualquier mejora o conservación de la función ejecutiva hace la vida más fácil para uno mismo y para los demás. El ejercicio es una buena estrategia para ello.

Más conocidos, y con más sustento teórico y práctico, son los efectos sobre el cuerpo. El más perseguido es el fortalecimiento del sistema cardiovascular. Apenas caben dudas de sus beneficios. Hay estudios que demuestran su superioridad, respecto a angioplastia y stent en problemas coronarios estables. También hay pruebas que señalan que el consumo de oxígeno, un indicador de la robustez del sistema cardiorrespiratorio, es uno de los mejores predictores de mortalidad. En mi opinión, es mucho más sólida la asociación entre ejercicio físico, o forma física y mortalidad cardiovascular que con la dieta.

Pero de nada valen las razones, por buenas que sean. Cambiar hábitos es difícil, más si van contra la naturaleza, contra la importante tendencia a conservar la energía. Veo con esperanza el afán de aprobación social y de pertenencia al grupo, motivaciones importantes del ser humano, como un factor facilitador de la práctica de ejercicio.

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