La Provincia - Diario de Las Palmas

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Punto de vista

Técnicamente, soy cuidador

Llevo desde 2018 cuidando de mi madre enferma, y a pesar de todas mis carencias técnicas he logrado prolongarle una vida de calidad frente a los pronósticos médicos que se empeñaban en desahuciarla.

Desde el principio, uno de mis objetivos anuales era agradecer, manifestar y honrar nuestra fe hacia nuestra patrona, y decidí hacer cada 8 de Septiembre la caminata a Teror junto a mi madre empujando su silla de ruedas. Y lo logré siempre agradecido, orgulloso y en deuda con todos aquellos que de una forma u otra nos facilitaron alcanzar nuestro propósito.

Pero este 2022 he sentido el mayor abandono, desconsideración y dejación por parte de unas instituciones que a todas luces desprecian e irrespetan nuestra entrega.

No pretendo de ninguna forma que compartan ni apoyen nuestra fe. Sólo pretendo respeto y consideración. Y eso implica que el propósito de servicio público ampare a aquellos que les hemos otorgado esa responsabilidad.

Me vi en el acceso al viaducto de Teror, rogándole a unos guardias civiles que me dejaran atravesarlo como en los 3 años anteriores obteniendo únicamente negativas. Me obligaban a llegar a la patrona por el camino de la fuente agria enfrentando imposibles pendientes que requerían no sólo de una inabarcable fuerza física, sino asumir un riesgo que podía desembocar en una debacle. Esas pendientes son inasumibles para mi capacidad, y un mal paso, un fallo, podía hacerme perder el control de la silla que se saldaría con una tragedia.

Comprendo «la norma». Comprendo unos motivos que, sin ser técnico, aconsejen a los responsables a cortar un paso y desviar el camino para que de forma general ofrezca más garantías. Pero del mismo modo, comprendo que una norma no puede ser universal y que siempre hay fuerzas mayores y excepciones. Pero ellos no lo comprendieron. Y apelando a «nuestra seguridad», me ofrecieron (sin otra opción) una alternativa mucho más peligrosa e insegura.

De nada sirvió ver a una octogenaria en su silla queriendo cumplir una promesa de fe, ni a un tipo de mediana edad tratando de complacer a su madre en fecha tan señalada y por unos motivos que, aunque espureos, son tan dignos de respeto como cualquier otro.

Y tuve que afrontar el camino de la fuente agria con el único tirón de la fe y el empeño.

Al llegar a Teror, mi madre en su silla tuvo que esperar que acabaran los actos institucionales para ver a la virgen. 2 horas de espera a la intemperie que luego tampoco encontraron ni una facilidad. Ni una rampa. Ni una preferencia. Y tuve que valerme de la generosidad de otros peregrinos para en volandas, acceder a los pies de nuestra señora.

Pero de una forma u otra, cumplimos nuestra promesa. Vimos a Pinito, oramos por los nuestros y si Dios quiere, el año que viene volveremos a hacerlo. Solo espero que para entonces, las «fuerzas vivas» no nos lo pongan tan difícil.

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