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Antonio Perdomo Betancor

Objetos mentales

Antonio Perdomo Betancor

La anti-utopía de E. Macron

Hasta este instante de nuestro devenir histórico las utopías, desde la modernidad, nos anunciaron indefectiblemente tierras de abundancia, geografías de las que manan leche y miel. En este presente, no obstante, y por primera vez, desde la soberanía civil de un país en la voz del presidente Emmanuel Macron, se nos anuncia una anti-utopía: la de la escasez. Proclama el fin de la era de la abundancia. Ignoramos si lo dijo desde la relatividad de un contexto o desde un precepto doctrinal. Desconozco los pormenores, pero se entiende perfectamente. A los ciudadanos ya ni siquiera se les ofrece el consuelo bíblico en la interpretación de José del sueño del Faraón, el cual que predijo siete años de abundancia, seguidos la siguiente vez de siete años de sequía. Lo cual que señala en el horizonte una perspectiva dual propicia para un análisis político- administrativo según la cual se aseguraba su porvenir a la sociedad.

El repentino anuncio de Macron nos señala especialmente a alguien que se pone la venda antes que la herida. La escasez, per se, constituye el estado propio de naturaleza del hombre, por el contrario, la abundancia resulta propio del ofrecimiento de la naturaleza del Estado político. Qué lealtad puede recibir un Estado si lo que ofrece es escasez. La escasez supone la falta de recursos para desarrollar la vida, la vida de la que no es dueño el Estado, y de cuya lealtad dispondrá sólo si el Estado cumple los imperativos derivados del contrato social suscrito y que prescribe en cuanto el Estado hace dejación de su deber. Pues bien, desde la soberanía de un país tan cercano al nuestro, cual es Francia, se nos pregona el fin de era de abundancia, o sea, Macron nos presenta una anti-utopía como ideal político. Las utopías por definición son estados de promisión, de seguridad, de orden social, de abundancia, en suma: de felicidad y libertad. Otro estado de cosas distinto al de a la abundancia nos parece moralmente indefendible.

A pesar de todo, ese escenario trágico-cómico nos resulta algo impostado. Por varias razones. Primero, porque la utopía de la escasez, si se quiere podemos llamarla de la frugalidad, o de la austeridad, es decir, del fin de la abundancia, aparte de improbable, desde nuestra perspectiva se nos presenta como un simulacro. Una estrategia distractora de gobernantes desbordados por las circunstancias. Y, en segundo lugar, porque ese proyecto político, por llamarlo así, resulta anti-político. Requiere de la colaboración de los ciudadanos, que de seguro querrán retener su derecho a la perdurabilidad del derecho a todo. Sin el concurso y la adquiescencia de los ciudadanos, un proyecto así está abocado al fracaso, con mayor razón cuando a las personas las mueve el principio del deseo, (el derecho a todo) escrito en cada una de sus células y a cuya soberanía no alcanza la soberanía civil del Estado.

Para la aceptación política de una anti-utopía de esta factura, primeramente, esa sociedad debería abandonar el principio de perdurabilidad del derecho a todo. Abolirlo. En realidad, un principio contrario a la naturaleza humana. No existe persona alguna que renuncie a este principio. Empezado por el propio presidente Emmanuel Macron. Tanto es así que el conflicto político a pesar de la era de la abundancia y que implícitamente dice Macron haber disfrutado la sociedad ha sido y es constante. Si no lo ha calmado siquiera la abundancia, nos preguntamos cuánto más la escasez.

Por nuestra parte, estimamos la falta de recursos del Estado para una cancelación de tal envergadura. Al menos en las sociedades abiertas occidentales. No existe una soberanía civil, en las sociedades abiertas, con los medios morales y coercitivos requeridos. La soberanía del soberano civil nos los alcanza. Pertenecen a los intereses morales y trascendentales del individuo como sujeto político y que por lo tanto están fuera del alcance de la soberanía civil del Estado. Entendemos que estos intereses del individuo sobrepasan a la potestad y a los medios de que dispone el Estado, sean medios coercitivos o de otra naturaleza.

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