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Prevención del «uso problemático» de videojuegos desde el contexto educativo

Aunque el inicio de los videojuegos se remonta a los años 50-60, es actualmente cuando están en pleno auge, posicionándose como una de las alternativas de ocio más extendidas tanto en adultos como en jóvenes. En 2021, según la Industria Europea del Videojuego (ISFE), se estimó que la población española que más tiempo invertía en este tipo de ocio eran los menores con edades comprendidas entre 11 y 14 años, con un 79% del total de «gamers».

Prevención del «uso problemático» de videojuegos desde el contexto educativo

El uso de videojuegos de una forma sana y responsable puede ser muy beneficioso para los distintos planos de la vida de los menores, como, por ejemplo, para la mejora de capacidades cognitivas (como la atención focalizada, la planificación, la memoria de trabajo, la búsqueda visual o la capacidad de reacción), las habilidades psicológicas (como la autoestima, gestión emocional o habilidades sociales) y el desarrollo de valores (como la deportividad, el trabajo en equipo, la cooperación…).

El problema aparece cuando no se hace ese uso sano y responsable del que hablamos. Cuando esto ocurre, los/as menores pueden desarrollar un «uso problemático de videojuegos». Por «uso problemático» entendemos el uso que se hace de los videojuegos de una forma incorrecta y desadaptativa, ya sea por la intensidad, duración o frecuencia de dicho uso, que a su vez actuaría como un factor de riesgo en el desarrollo de una futura adicción conductual (sin sustancia).

Engloba todas aquellas conductas que realice el/la menor y que pueden ser perjudiciales a lo largo del tiempo para él/ella. Por ejemplo, un tiempo de uso inadecuado, el uso de videojuegos con edad o contenido inapropiado y poco ajustado para su periodo evolutivo, la ausencia de límites y normas en casa por parte de la familia…

Para que esto no ocurra, debemos realizar una prevención eficaz desde todos los contextos importantes e influyentes para el menor, como la familia y la escuela.

En concreto, los menores en el contexto educativo, aprenden diversos conocimientos, habilidades y valores necesarios para que puedan desenvolverse en la sociedad de forma adaptativa. Teniendo en cuenta que los videojuegos forman parte de la vida cotidiana de ellos, y que la ley actual exige el fomento de una educación digital de calidad desde la escuela, se hace primordial la promoción del uso sano y responsable de los videojuegos.

Pero, ¿en qué actuaciones se traduce dicha prevención de videojuegos?.

Para ello, debemos de comentar primero, qué factores de riesgo y de protección hay con respecto al uso problemático de videojuegos. Un factor de riesgo es cualquier característica, circunstancia o situación que aumente la probabilidad de desarrollar un problema potencial. En cambio, un factor de protección es cualquier característica, circunstancia o situación que disminuye la probabilidad de desarrollar un problema potencial.

Con respecto a los factores de riesgo del uso problemático de videojuegos, se encuentran la edad, el tipo de videojuego, el tiempo de juego, la accesibilidad a videojuegos inapropiados para su periodo de desarrollo y la salud psicosocial. Con respecto a los factores de protección, los más importantes son una alta autoestima, unas buenas habilidades sociales, una buena resolución de problemas, una buena gestión emocional, la disponibilidad de actividades alternativas a las nuevas tecnologías y unos límites y normas claras, acompañadas de una buena comunicación familiar y escolar.

Para prevenir, es necesario actuar minimizando los factores de riesgo y maximizando los de protección. Para ello, desde Mental Gaming (empresa de Psicología Educativa y videojuegos), consideramos que las actuaciones más importantes, que se pueden hacer desde el contexto escolar, son las siguientes:

1. Trabajar de forma transversal (en todas las asignaturas) tanto la autoestima como las habilidades sociales de los/as menores, para así desarrollarlas y potenciarlas.

2. Prestar especial atención al periodo de desarrollo en el que se encuentran los/as menores para poder entender su conducta.

3. Dado que una baja resolución de problemas puede ser un factor de riesgo, se recomienda dotar de estrategias a los menores para mejorar dicha habilidad. Las matemáticas, la física y química o incluso la filosofía y la lengua pueden ser una buena oportunidad para empezar a trabajar la resolución de problemas a través de actividades propias de cada materia, como pueden ser los problemas matemáticos, los problemas de lógica o incluso la sintaxis.

4. Fomentar de forma transversal la educación emocional de los menores, facilitando así tanto la percepción, como la comprensión y la gestión de dichas emociones.

5. Ofrecer desde la escuela/instituto actividades de ocio alternativas (extraescolares, academias, excursiones…), de calidad e interesantes para los menores y, a su vez, accesibles y asequibles para las familias.

6. Crear una escuela de padres, donde un profesional especializado en dicha temática les proporcione conocimientos, estrategias y recursos para que puedan gestionar el uso de los videojuegos en casa (fomentando la comunicación y mediación familiar, deconstruyendo mitos, estableciendo normas y límites adecuados, empoderándoles…) .

7. Fomentar una comunicación fluida entre la familia y la escuela. Por ello, se hace necesario un trabajo de colaboración por parte de ambos, que pueda detectar posibles problemáticas en los/las menores y así garantizar su bienestar y desarrollo integral.

8. Proporcionar la posibilidad a los/las profesores/as y demás profesionales educativos (orientadores/as, educadores/as…) de formarse en dicho ámbito, tanto para detectar en el aula posibles problemáticas, como para usar los videojuegos en clase como método de enseñanza innovador y motivador, que permita de forma directa educar en su uso sano y responsable.

En conclusión, el uso sano de videojuegos puede tener muchísimos beneficios para los menores, pero, si se hace un uso irresponsable o inadecuado de ellos, puede derivar en un “uso problemático” que pueda influir en la salud mental de los/as menores. Por ello, se hace necesaria una prevención eficaz tanto desde el propio alumno, como de la familia y la escuela.

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