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Fernando Canellada

Azul atlántico

Fernando Canellada

Juan Sobrino, vicealmirante

E l Almirante de Acción Marítima, Vicealmirante Juan Luis Sobrino Pérez-Crespo, pasa hoy a la reserva. Una injusta pérdida para la Armada aunque su nueva situación lo entregue más a la familia y a sus muchos amigos. El pasado mes en Las Palmas de Gran Canaria, en su despedida oficial, recogió una buena cosecha de su siembra de bonhomía y saber hacer institucional.

Vinculado a la mar por vocación, profesión y nacimiento, hombre de honor y caballero a carta cabal, Juan Sobrino es un símbolo de lealtad a España y un ejemplo para los que tenemos la suerte de acompañarle en la singladura de la vida. Entusiasta de la fabada, de la sobremesa y del gin-tonic, escucha más que habla y le honra su grandeza de ánimo y su espíritu abierto.

Marino hasta la médula, como su padre y su hijo, y a buen seguro alguno de sus nietos, este gallego de Pontevedra (1960) ejerce por toda España. Ingresó en la Escuela Naval Militar en 1.979 y cuarenta años después ascendió a Vicealmirante, empleo que ejerció con maestría. Pasó por destructores, patrulleros, corbetas, dragaminas, ha mandado el buque de investigación Ocenaográfica ‘Las Palmas’, dos años en Antártida, y la fragata ‘Navarra’, y lleva tantas cruces en el pecho como afectos en el corazón. Su mayor orgullo, y con razón, se asienta en su tierra gallega, como profesor y director de Escuela Naval de Marín Con él se implantó el Plan de la Ley de la Carrera Militar y, por primera vez, los despachos de Oficial se acompañaron con los títulos de Grado en Ingeniería Mecánica.

La academia de Marín y la Armada le han dado educación, cimientos morales, mucho humor, amigos entrañables, una fe robusta y una notable visión de liderazgo. Ha formado parte de la representación militar de España ante la OTAN y la UE, y ha sido consejero del gabinete del ministerio de Defensa, tanto con José Bono como con José Antonio Alonso, destino vidrioso en el que ejerció de forma diligente, honrada y eficaz. Después de un paso madrileño por el Estado Mayor de la Armada, es en 2015, con su ascenso a Contralmirante cuando se instala en Canarias como Comandante del Mando Naval. Cuatro años con una imborrable huella en todos los sectores de la sociedad insular que cierra, con el corazón partido, con el empleo de Vicealmirante que le llevó a Cartagena como Almirante de Acción Marítima y Comandante del Mando Operativo Marítimo.

Con serenidad y seriedad, equilibrio y prudencia, sin ninguna indiscreción, llega hoy al final de su carrera activa. Juan Sobrino cumplió con lealtad y talante constructivo allí donde ejerció su empleo militar. De consejo certero, evitó no pocas equivocaciones de los ministros, alcaldes y consejeros. Ha sabido pasar, como de puntillas, sigilosamente por la cúpula de la Armada y se lleva muchos secretos a casa. Monárquico de convicción, es un patriota ejemplar, no solo en el aspecto militar, sino en toda ocasión que puede mostrar amor a España.

Despojado de su ‘potestas’ como vicealmirante goza de una ‘auctoritas’ que ni se compra ni se vende y solo se reconoce a quien se la merece. Este hombre de enorme valor y con un prestigio indiscutido hubiera hecho un sobresaliente ministro de Marina.

En esta hora del retiro militar, queda el buen marido, excelente padre y mejor abuelo, en suma, una joya para su esposa María Franco Suanzes, su tres hijos: María, Juan y Blanca, y sus once nietos.

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