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Observatorio

El momento crítico de China

El presidente Xi Jinping utilizará el 20º Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), que comienza el 16 de octubre, para reforzar su posición y preparar a sus 1.400 millones de conciudadanos para un «momento crítico» en el desafío de China a la hegemonía de Estados Unidos. Nadie duda de que, en contra de la norma no escrita pero seguida durante cuatro décadas, Xi será reelegido por tercera vez como secretario general del PCCh y no se descarta su designación de por vida, al igual que Mao Zedong.

Entre los logros del último quinquenio que Xi presentará a los 2.296 delegados, escogidos entre los 96 millones de miembros del partido, está la coordinación y el control de la epidemia de covid-19, que tan solo ha causado en China 5.226 muertos. La población, sin embargo, acusa cada día más el cansancio por los estrictos cierres urbanos que exige la política de cero covid y por el coste económico que conllevan.

El PCCh, que es un Estado dentro del Estado y se legitima a través de proporcionar bienestar al pueblo, es consciente de que se enfrenta a severas y complejas condiciones nacionales e internacionales, agravadas por la guerra en Ucrania y el hostigamiento creciente de EEUU, que exigen proveer y adiestrar para el combate al Ejército Popular de Liberación. En el congreso, que se celebra cada cinco años, su líder exigirá cerrar filas para no caer en la descomposición que destruyó la Unión Soviética.

Xi defenderá el desarrollo económico y social del país, que acabó con la pobreza extrema en 2021, para desde aquí centrar su discurso en impulsar la «prosperidad compartida». Esta emblemática política, que ha sido incluida en los estatutos del PCCh, pretende acallar el descontento que genera el abismo en aumento entre ricos y pobres. El reparto de la riqueza se ha convertido en uno de los objetivos estratégicos de Xi Jinping, pese al temor que despierta entre los millonarios y entre los inversores extranjeros. Según Credit Suisse, en 2020 el 1% más rico de los chinos tenía el 30,6% de la riqueza del país.

La prosperidad común también implica un acceso más justo a mejores servicios públicos, incluida la educación, la atención médica y los alimentos. «No se trata de matar a los ricos para ayudar a los pobres, sino de cultivar la motivación para hacer el pastel más grande», afirma el ideólogo Han Baojiang.

Otra fuente de malestar es el desempleo juvenil, que en junio alcanzó el 19,3%, una cifra desconocida en la República Popular. El deterioro de la economía, que apenas creció el 0,4% en el segundo trimestre de este año, deja en la cuneta a millones de universitarios de familias humildes que habían apostado todo para que sus únicos vástagos tuvieran unos estudios que eran la llave de una vida mejor.

En realidad, los delegados se limitarán a sancionar lo ya decidido en los conclaves secretos de los órganos superiores del partido celebrados en estos meses. En esas sesiones a puerta cerrada se ha marcado la dirección de China para el próximo quinquenio y su continuidad hasta el centenario de la República Popular, en 2049.

Mientras, se multiplicaban las alabanzas a la gestión de Xi, sobre todo entre quienes aspiran a entrar en los círculos más íntimos del poder: el Politburó, con 25 miembros, y su Comité Permanente, con siete, que funcionó como dirección colegiada del PCCh hasta que Xi prefirió dirigirlo solo. El número de integrantes de ambos órganos no es fijo.

Se espera que renuncien los 11 miembros del Politburó mayores de 68 años, la edad informal de jubilación del liderazgo comunista, con la prevista excepción de Xi Jinping, que tiene 69. Esta coyuntura facilitará a Xi rejuvenecer el órgano y colocar a sus fieles, sobre todo ahora que la facción del expresidente Jiang Zemin –una de las tres grandes corrientes del partido y la más liberal– ha perdido toda su influencia.

China entra en una nueva era de liderazgo, en la que un Xi Jinping ungido de los máximos poderes tendrá no solo que contentar a sus conciudadanos, sino también al Sur Global (los países en vías de desarrollo) que abandera. Los retos más urgentes que enfrenta son la guerra tecnológica con EEUU y la tendencia separatista de Taiwán, que la República Popular considera parte inviolable de su territorio y quiere recuperar de forma pacífica o por la fuerza si fuera necesario. Muchos chinos ven en Ucrania la primera fase de la guerra que EEUU quiere llevar a Taiwán.

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