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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

Hikikomori

El hecho de saber cómo hacer un fuego no te da derecho a quemar el monte, de la misma forma que el tener acceso a relaciones sexuales, por poner un ejemplo, no nos debería autorizar a traer un hijo al mundo.

Me decía Elio Quiroga, el reconocido escritor y director de cine, que, en estimaciones del año 2016, en Japón existían más de quinientos mil hikikomori, que es un término japonés que se refiere a las personas que han decidido abandonar la vida social buscando grados extremos de aislamiento y confinamiento como consecuencia de los distintos factores personales y sociales que conforman sus vidas.

Se trata de un fenómeno social por el que esas personas suelen encerrarse en sus dormitorios o en alguna otra habitación de la casa de sus padres durante largos períodos de tiempo, que incluso pueden llegar a ser años.

Esta situación condiciona por completo la vida de sus padres, con los que solo se comunican a base de notas que se pasan por debajo de la puerta o de la comida que los padres les dejan en algún hueco de la entrada a su habitación.

A pesar de que no se cruzan más de tres palabras entre ellos, los hikikomori culpan a sus padres de haberles traído al mundo, un mundo que no entienden ni aceptan en donde ahora se ven obligados a vivir.

Y se pregunta uno, Gregorio, si antes de decidirnos a ser padres no deberíamos comprometernos a la enorme responsabilidad que conlleva, teniendo en cuenta que se trata de un compromiso para toda la vida.

Tener un hijo no debería estar a la disponibilidad ni el capricho de cualquiera, tanto en el caso de querer ser padre como en el de ser madre.

Y es que, para cualquier otro asunto de menos importancia te pedirían más garantías. Como los bancos, que nunca te darían un crédito si no estuvieran seguros de que vas a poder afrontar los pagos para devolverlo.

Hace apenas unos meses, una mayoría de estadounidenses decidió prohibir el aborto, cuando lo que debería estar prohibido es tener un hijo sin las garantías de que tenga el sustento y la educación necesaria para vivir en aquel país.

En un mundo civilizado se debería lograr que tanto las mujeres como los hombres estuviésemos esterilizados de antemano, de modo que tener un hijo no fuera un accidente sino una decisión premeditada por los padres con las garantías legales necesarias.

Pero le damos más importancia al matrimonio que a la procreación, que es lo realmente trascendente en la pareja.

No existe un debate que sea lógico a favor o en contra del aborto, que solo debería ser una circunstancia evitable, puesto que nadie intenta engendrar a una criatura para luego deshacerse de ella.

Eso no va a evitar que algunas personas deseen no haber nacido, pero mucho dependerá de la atención y la educación que reciban de sus progenitores.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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