La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Guillermo García-Alcalde

Pedro Fuertes, paradigma de bonhomía

Si alguien me pidiera el nombre de un arquetipo de la bondad humana, es casi seguro que daría el de Pedro Fuertes, religioso claretiano que acaba de emprender viaje a su soñada eternidad. Nuestro trato duró medio siglo y no abandonará mi memoria mientras viva. La amistad y el diálogo entre un hombre de profunda fe y otro agnóstico suele ser difícil y efímero. El Padre Fuertes lo hacia permanente en cualquier circunstancia, persuadido de compartir la luz en el instante mágico de revelación que hace dudar al escéptico menos permeable. Su confianza en la inmortalidad del alma no admitía un instante de desaliento. Esa fe absoluta, radiante en la humildad, generosa en la amistad, inamovible, hizo de él un paradigma de la bondad. Hasta los más escépticos se rendían a sus palabras sabias y entusiastas, la permanente sonrisa, la seguridad en la bienaventuranza.

Aquel estado moral se expresaba sin retórica ni poses, con el lenguaje del afecto. El encuentro con los amigos era siempre una alegría, casi familiar. Le hacía feliz que comentasen sus poemas, acendrados y limpios hasta la trasparencia, y no dejaba pasar las fechas ajenas sin dedicarles un recuerdo. Fue profesor y espontáneo mentor espiritual de la juventud, y desde su jubilación, casi camarada de todos, admirados en muchos casos de su memoria y especialmente su cordialidad, su auténtica bonhomía. Es seguro que muchos conciudadanos conservaron intacto el sentimiento de gratitud por la nobleza del preceptor en el consejo de él recibido para el resto de sus vidas.

Y escribía muy bien, con la pureza de estilo y el calor humano que entregaba en las ediciones dominicales de este periódico. De esa profunda nobleza en la exégesis del cristianismo y sus fiestas “de guardar” tengo repleto el recuerdo y la gratitud. En cuanto a sus felicitaciones navideñas, tenía que imprimirlas por la enorme nómina de sus destinatarios, aunque manuscribía en todas las expresiones de afecto. Esta práctica entrañable no cesó ni en la muy alta edad. Como tampoco su dicha amical, las conversaciones en el periódico, el interés por la familia de todos, un tanto especial en mi caso (o eso creo), porque ofició el matrimonio de mi hija en una pequeña capilla del Valle de Agaete. Ya teníamos por ello un vínculo personal que también me sensibiliza en su adiós.

No sé cómo podrían ser los ángeles, pero el Padre Fuertes incorpora en mi estima el modelo perfecto. Condolencias sinceras a sus hermanos claretianos y a sus incontables amigos

Compartir el artículo

stats