La Provincia - Diario de Las Palmas

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Para empezar

Maestras, compañeras, faros de papel

Gudrun Mebs

Gudrun Mebs. Ella fue la primera. Y la quise como no sabía que se podía querer a alguien a través del papel. No sé cuántas veces leí Nacida en domingo, sólo sé que el libro, de tapa dura, está destrozado, con varias capas de celo seco y amarillento en el lomo. Llegó, entonces, Enid Blyton. Con sus historias de niños traviesos, duendes con muy mala leche, hadas vengativas y niñas marisabidillas. Tomos y tomos que reposan, aún, en las estanterías familiares, aguardando nuevas generaciones de lectores. Agatha Christie me descubrió que había historias que podían mantenerme en vilo toda la noche dándole tantas vueltas a quién era el asesino que acababa, de madrugada, leyendo a escondidas bajo las sábanas, las mismas a las que me aferraba para digerir el terror fascinante de la criatura de Mary Shelley y que envolvían los sueños en los que imaginaba vivir en una novela de Jane Austen. Laura Esquivel me dejó ahogada, sin aliento, mientras Ana María Matute me enseñaba, palabra a palabra, la magia de tejer historias. Chimamanda me abrió los ojos, como Atwood, con la misma fuerza con la que la Ginzburg reventó las ventanas que creía cerradas. Han estado ahí siempre. Enseñándome. Acompañándome. Iluminándome. No sería la misma sin ellas. Y sin otras muchísimas. Feliz día de las escritoras (con un día de retraso).

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