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Luis M. Alonso

Sol y sombra

Luis M. Alonso

1982

Pedro Sánchez y Felipe González. EFE

De la rememoración de la victoria socialista en 1982, que Pedro Sánchez pretende capitalizar a mayor gloria de su exasperante narcisismo, se pueden extraer dos rápidas conclusiones. Una de ellas es la constatación, incuestionable, de que el PSOE contribuyó eficazmente a la modernización y modernidad del país durante más de una década. Otra, muy probable e inquietante, que una mayoría de los que votaron a los socialistas entonces, en busca de un cambio, y siguen vivos, no volverían a hacerlo ahora por un partido que apenas nada tiene que ver con aquel y que choca frontalmente, además, con el anhelo constitucionalista que hizo que los españoles depositasen en las urnas una confianza masiva al principio de la década de los ochenta, tras el fallido golpe de Estado. Ello tiene mucho que ver con que el PP de hoy tampoco sea la Alianza Popular de ayer, pero fundamentalmente radica en lo que el PSOE se ha ido separando del original en los años que van desde José Luis Rodríguez Zapatero hasta hacerse dueño de una desafección creciente en una parte importante del electorado.

Como lo más probable es que Sánchez, obligado por las circunstancias o incluso por su cesarismo, quiera seguir tocando la misma tecla, tratando de imponer sin negociar sus condiciones, el centroderecha debería estar alerta y mantenerse firme para evitar trampas en el juego democrático. Una de ellas es el interés en renovar el CGPJ para manejar el Tribunal Constitucional a su antojo a partir de nombramientos de confianza. No cambiar la elección del modelo para elegir a los magistrados con el fin de poder gobernar sin trabas, ni tener una respuesta por parte de los encargados de velar por el cumplimiento de la Carta Magna en las cuestiones que reclaman los socios independentistas.

El Partido Popular, sintiéndose alternativa, coqueteó durante años con la idea de controlar el poder judicial. Si ahora, después de mantener lo contrario, cede estaría desertando nuevamente del regeneracionismo político que este PSOE hace tiempo abandonó.

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