La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Marrero Henríquez

Escritos antibélicos

José Manuel Marrero Henríquez

Cabeza ajena

Cabeza ajena

En dos circunstancias Nopólemo hace el esfuerzo de pensar con la cabeza de otro: cuando se le resiste la comprensión de un comportamiento, sea loable o atroz; y cuando quiere aprender de los demás para tomar las decisiones adecuadas sin tener que pasar por una experiencia desagradable o arriesgada. Comprender y aprender son los dos móviles fundamentales por los que Nopólemo se esfuerza en pensar con cabeza ajena, aunque eso sea, en sentido estricto, imposible.

Un recuerdo le viene a la memoria: es adolescente, está acalorado y quiere bañarse. Duda si tirarse al mar porque el día está raro y la costa norte es traicionera. Observa a ése que presume de musculatura y de sus habilidades natatorias y que se lanza al agua haciendo un picado y plenamente convencido de su control sobre las olas. Ve luego que con gran apuro y mucha suerte consigue salir del mar que se revuelve y lo magulla contra las piedras. Nopólemo escarmienta en cabeza ajena, se da media vuelta, se baña en la piscina adyacente y deja para otro día el nadar en mar abierto.

Cada vez piensa más con cabeza ajena y eso no lo piensa Nopólemo con la cabeza de otro sino con su propia cabeza. Achaca esa prevención a la edad: con los años arriesga menos y aprende menos en cabeza propia que en cabeza ajena porque su objetivo es minimizar riesgos y porque ha comprendido que su madre le aconsejaba bien cuando de niño le advertía que se podían aprender muchas cosas de la vida aguzando la observación de los demás. No obstante, por carácter, ese consejo, aunque sabio, lo incomodaba; no es Nopólemo mezquino de sentimientos, es vitalista y le satisface experimentar y por ello le ha costado aceptar con madura resignación que escarmentar de la experiencia ajena ahorra disgustos y ésa no es mala manera de escarmentar.

Comprender al otro, simpatizar con el de más allá, entender por qué reacciona así o asao (léase, si se quiere, «así que asado», o «así que asá»), ése es el otro gran motivo por el cual Nopólemo intenta pensar con cabeza ajena, aunque esa manera de pensar sea estrictamente imposible. El asesinato de un padre, por ejemplo, es un acto difícil de entender. No de un mal padre, sino de un padre excelente y cariñoso, y a manos de un hijo, no de un hijo bala perdida, sino de un hijo buena gente y solícito. Tal vez comprenda Nopólemo el crimen en la frustración del hijo que no puede cuidar de su padre como su padre se merece, en la desesperación de verlo sufrir desorbitadamente, en ambas cosas al unísono, o en un momento de arrebato en el que el asesinato se transforma en un acto de amor de muy difícil discernimiento.

Las oscuras bambalinas de los estados mafiosos que declaran guerras para beneficiar a un grupo de poder mientras los ciudadanos luchan y mueren aleccionados por una propaganda que los transforma en fervorosos guerreros no llaman la atención de Nopólemo. De los denominados «grandes hechos» le interesa sobre todo la mente que está en la cabeza pensante que todo lo programa y a todos controla, el gran ojeador de la nación frustrada, el nacionalista resentido, el que mira adelante mirando atrás para recoger e insuflar rencor en la masa y proyectarlo hacia el futuro. Le atrae en primer lugar lo que motiva al individuo y, después, lo que mueve al grupo.

El apasionado interés de Nopólemo por ponerse en cabeza ajena y vestir camisa de once varas es tal que en ocasiones le produce cefaleas. No es fácil comprender y aprender asumiendo como propio el pensamiento o el sentimiento de otro, sobre todo cuando esos pensamiento y sentimiento llevan dentro de sí cantidades ingentes de soberbia, odio, resentimiento, rencor y criminalidad. Ahora mismo acaba Nopólemo de ver algo muy desagradable en el televisor de la guerra putinesca. Y ahora mismo, y antes que ponerse a pensar con la cabeza del agresor, Nopólemo decide tomarse una aspirina, cerrar ventanas y acostarse en la oscuridad a descansar un buen rato. Tal vez mañana consiga ser otro día.

Compartir el artículo

stats