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Observatorio

Estabilidad, seriedad, competencia

Rishi Sunak in London HENRY NICHOLLS

Si algo busca el Reino Unido estos días es estabilidad, seriedad y competencia. Y lo busca desesperadamente. El país, pero especialmente el partido tory, necesita de manera imperativa recuperar su autoestima y credibilidad.

Cuando hace dos años se materializó la salida de la UE, los partidarios del brexit creyeron que el pragmatismo, el sentido común británico, ese famoso common sense, sería suficiente para volver a situar al Reino Unido en el lugar en el que, según ellos, merecía estar. Pensaron entonces que la apelación a la nostalgia serviría para recuperar la posición de gran potencia imperial y marítima del siglo XIX, al tiempo que afianzaría su situación como centro financiero con su afamada City, ya en el XX.

La soberbia del individualismo les hizo dar el paso, desinformación e intereses mediante, porque pensaron que, como en épocas pasadas, los británicos serían capaces. ¿Cómo no se iban a fiar de la nación inventora del fútbol, del parlamentarismo y del neoliberalismo? Pensaron que estas serían credenciales suficientes para sobrevivir en un mundo que ya en 2013, cuando se comenzaba a hablar del brexit, estaba virando a pasos agigantados.

Y, sin embargo, la decadencia británica ya se venía observando tiempo atrás. Los intentos de los años noventa, con el lema Cool Britannia, que dibujaban una suerte de resurgir de lo británico como marcador de tendencias culturales y políticas, se quedó en un intento. Esta nueva aproximación a lo británico quedaba plasmada en figuras como Lady Di o la banda Oasis en lo cultural, y en la propuesta política de la tercera vía social-liberal, ideada por Anthony Giddens e implementada por el New Labour de Tony Blair, que quedó convertida en cenizas ante su incapacidad de hacer remontar a una sociedad machacada por el thatcherismo durante décadas. Así, y prácticamente sin visos de continuidad, se llegaría al momento Broken Britain, término que se comenzó a utilizar a partir de 2007 y, sobre todo, en la campaña electoral de 2010 por David Cameron, y que estaba asociado con la descripción y denuncia de la decadencia social del Reino Unido.

Y a partir de ahí todo cobró tintes de tragedia, que no han hecho más que acelerar un proceso de descomposición y decadencia liderado por el partido tory, esencial en la arquitectura política británica. Un partido que ha ido deteriorando a pasos agigantados su credibilidad ante sus ciudadanos y ante el mundo, situando al Reino Unido en una situación inimaginable. La sucesión de dislates que comenzaron con la convocatoria del referendo del brexit por Cameron, que conllevó una pérdida de posición del partido a favor de las tesis más ultras lideradas por otro partido, UKIP, que simplemente dejó de existir cuando alcanzó su único objetivo político, dejaron a la vista del mundo la fragilidad de un sistema y de un partido que durante siglos había sido considerado un modelo. Tras Cameron, llegarían Theresa May, Boris Johnson y Liz Truss, cada uno con sus peculiaridades, pero todos ellos haciendo caer de manera progresiva y sin frenos la credibilidad no solo de su partido, sino de todo el país.

La manera en que todos ellos gestionaron el brexit a través de la adopción de políticas aislacionistas, cuando no revanchistas y mezquinas, lejos de situar al Reino Unido como un actor de referencia lo hizo aparecer cada vez más pequeño e irrelevante en la escena internacional, y más deteriorado socialmente que nunca en la esfera nacional, con una contracción del 4% del PIB desde su salida de la UE a la que en la actualidad hay que sumarle una inflación galopante.

La renuncia de Johnson, la muerte de la reina Isabel II y la renuncia de Truss sin duda dejan una imagen del país de gran inestabilidad e incertidumbre. Muchos son los retos que el nuevo premier, Rishi Sunak, tiene por delante: restablecer las relaciones económicas y comerciales con la UE, su principal mercado y socio comercial, pero también abordar los procesos abiertos con Escocia e Irlanda. Pero, sobre todo, lo que necesita es restaurar la credibilidad y confianza en un país que ha vivido en una montaña rusa desde 2016.

La estabilidad es el gran reto de Sunak. No parece que la forma a la que ha llegado al nº10 de Downing Street sea la mejor manera de conseguirlo. Parece que los británicos, a pesar de todo, lo siguen fiando todo a su tan aclamado excepcionalismo.

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