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Observatorio

Israel: nada nuevo bajo el sol

Israel: nada nuevo bajo el sol Ignacio Álvarez-Ossorio

Binyamín Netanyahu es el vencedor indiscutible de las últimas elecciones legislativas israelís. El Likud se ha impuesto holgadamente a sus rivales y con sus aliados suma una holgada mayoría. Lo que no es tan evidente es que el nuevo Gobierno vaya a ser capaz de agotar la legislatura, ya que las crisis de Gobierno son recurrentes en Israel, como demuestra el hecho de que esta sea la quinta cita electoral en menos de cuatro años.

Al contrario que en anteriores elecciones, la oposición no ha tenido éxito a la hora de polarizar al electorado y plantear los comicios como un referendo en torno a la controvertida figura de Netanyahu, que afronta diversos juicios por soborno, fraude y abuso de poder. Tras 15 años como primer ministro, el líder del Likud ha demostrado, una vez más, no solo su incuestionable instinto político, sino su numantina capacidad de supervivencia.

Quedan ya muy lejos los tiempos en los que el Partido Laborista detentaba una incontestable hegemonía en la escena política israelí y abanderaba un campo de la paz, que prometía un acuerdo para pusiera fin al alambicado conflicto palestino-israelí. Hoy en día se ha convertido en un partido marginal, que apenas ha logrado cuatro de los 120 escaños de la Knéset: los peores resultados de su historia. Peor aún le ha ido al izquierdista Meretz, que ni tan siquiera ha sido capaz de sobrepasar el umbral del 3,25% de los votos necesarios para obtener representación parlamentaria, al igual que el árabe Balad. Una auténtica tragedia.

El futuro Gobierno será el más radical en la historia de Israel, ya que Netanyahu tendrá como aliados a la coalición extremista Sionismo Religioso y a los partidos ultraortodoxos Shas y Judaísmo Unido de la Torá. Dichos partidos suman aún más escaños de los que tiene el propio Likud, de tal manera que serán claves para garantizar la gobernabilidad. Su carácter radical no augura nada bueno, ya que algunos de sus miembros supeditan su participación en el futuro Ejecutivo al cumplimiento de su programa maximalista. Bezalel Smotrich, una estrella ascendente en el firmamento político, aboga directamente por el establecimiento de un Estado regido por la ley mosaica, lo que sería un ataque contra la línea de flotación del propio movimiento sionista. Debe recordarse que su fundador, Theodor Herzl, señaló en su día: «¿Debemos de crear un Estado teocrático? No, no dejaremos que nos gobierne la voluntad teocrática de nuestros dirigentes religiosos. Sabremos cómo encerrarlos en sus sinagogas como soldados en sus cuarteles».

La coalición Sionismo Religioso se reclama heredera natural del partido Kach, que fue ilegalizado por las actividades terroristas de su fundador Meir Kahane, quien abogaba por la creación de un Gran Israel entre el Nilo y el Éufrates y por la limpieza étnica de la población palestina. Itamar Ben Gvir, que será uno de los ministros con más peso del nuevo Gobierno, se vanagloria de tener en su despacho un retrato del colono Baruch Goldstein, que en 1994 asesinó a 29 fieles palestinos que oraban en la mezquita de Abraham en Hebrón. Esta formación es también conocida por sus posiciones heteropatriarcales y su hostilidad hacia el colectivo LGTBI. De hecho, la representación femenina en el Parlamento israelí pasará del 25% al 7,5%.

Se miren por donde se miren, los resultados electorales dibujan un escenario catastrófico para los intereses palestinos. El denominado proceso de paz quedó suspendido hace ya más de dos décadas y la política de hechos consumados puesta en marcha desde entonces por las autoridades israelís han hecho inviable la solución de los dos estados que convivan en paz y seguridad, como prometieron los Acuerdos de Oslo. Mientras esto ocurre, la comunidad internacional sigue practicando la táctica del avestruz y prefiere mirar hacia otro lado ante la sistemática violación de la legalidad internacional por parte de Israel, la potencia ocupante. La Autoridad Palestina, por su parte, tiene las manos completamente atadas, ya que el mundo árabe le ha dado la espalda y se ha convertido en un mero gendarme cuya única responsabilidad es garantizar la seguridad del Estado hebreo y combatir a las facciones islamistas.

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