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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

La nueva revolución industrial

Libros. SHUTTERSTOCK

Para bien o para mal, la cuarta revolución industrial ha llegado, y con ella, el predominio de la robótica en todas las actividades.

Dice la escritora y periodista española Marta García Aller en su libro «El fin del mundo tal como lo conocemos», publicado por Planeta en 2017, que los algoritmos acabarán con la mayoría de los puestos habituales de trabajo, como, por ejemplo, el de taxista, porque los coches se moverán por control remoto. Tampoco serán necesarias las cajeras del supermercado, los repartidores de pizza, los camareros o las empleadas del hogar. El trabajo de oficinista o de secretaria lo ocupará un robot que, además de estar disponible todos los días y noches del año, tiene mayor capacidad de trabajo.

Por lo que se refiere a las profesiones, no puede haber ningún médico que tenga la capacidad de un robot para disponer de millones de diagnósticos precisos y de los tratamientos que mejor funcionan a nivel global. Datos que almacena en su inmensa memoria y que, además, se puede disponer de ellos en cuestión de segundos. Tampoco tienen futuro los abogados, los arquitectos o los pilotos…

Unos amigos de mi mujer que viven en la Bretaña francesa, han conseguido subsistir prácticamente con lo que producen ellos mismos.

Hace unos años lograron hacerse con una casa y unos terrenos cerca de Rennes, la región agrícola y ganadera por excelencia del país galo. Allí construyeron una granja donde crían gallinas, cerdos, conejos y otros animales, y también cultivan en sus tierras las papas, los tomates o las alcachofas que consumen, así como todos los tipos de plantas que se utilizan en la rica gastronomía de la zona.

Es un matrimonio típico francés donde ella siempre se ha dedicado a los trabajos de casa, mientras que él, que tenía un taller de mecánica, tuvo que cerrarlo porque era ya inviable. Ahora está jubilado, pero el dinero que recibe por la pensión de autónomo no le da ni para los gastos de una semana, así que viven con lo que producen.

Casi toda el agua que consumen la sacan de un pozo que tienen en la finca o del agua de lluvia que recogen en barriles, y él, como buen mecánico, hace tiempo que ha instalado placas solares que cubren con creces el consumo de la energía eléctrica que necesitan. Tienen un teléfono fijo, pero no tienen móvil ni tarjetas de crédito, y como quiera que la pensión no llega al mínimo establecido, tampoco tienen que hacer la declaración de Hacienda.

Dime tú, Gregorio, si no es lo ideal para vivir en una sociedad cada día más sometida a los mercados y a los mercaderes que lo sustentan.

Supongo que se crearán nuevas profesiones para el cuidado de la robótica, porque, como dice García Aller, ni siquiera tiene sentido preguntar a los niños lo que quieren ser de mayor, si esas profesiones aún no existen…

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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