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Tropezones

Se acabó lo que se daba

El presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), José Félix Tezanos, junto al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, este 21 de junio de 2022.

Acabo de disfrutar de mis vacaciones de verano en mi tierra, y como cada año me sorprende la contumaz metamorfosis de mis compatriotas suecos. Pero es que esta vez mi sorpresa roza el asombro. Verán: hace unos días me gocé un programa por la radio llamado ”Cuerpo y alma” que trataba del envejecimiento, de la muerte y de la variopinta actitud de los entrevistados ante dichas realidades. Por supuesto se aportaron datos muy interesantes, de los que recuerdo los siguienes.

Las últimas tendencias de considerar el envejecimiento como una enfermedad, con su posible cura, en pos del aplazamiento de la muerte o de su hipotética derrota,

Los nuevos datos de alcance de vida de calidad y la sorprendente encuesta sobre los años considerados los más felices por la población, entre los 65 y los 80 .

El límite actual de la longevidad, no los 100 , pues se cuentan ya por miles los centenarios, sino los 110, que parece ser un tope, sin que se sepa bien porqué, difícil de superar desde hace ya muchos años.

La pérdida de interés por la vida al fallecer coetáneos familiares y allegados.

O los conocidos y consolidados remedios para frenar una muerte todavía inevitable

- una alimentación equilibrada, ejercicio físico y mental etc -,

La curiosidad y los proyectos en marcha como catalizadores de la alegría de vivir.

La lamentable e irremediable pérdida de conocimientos al morir un ser humano (”cuando muere una persona arde una biblioteca”) etc.

Pues bien, pese a llamarse el espacio ”Cuerpo y alma” en todo un programa sobre la vida y la muerte, ni una palabra sobre posibles tránsitos hacia algo distinto, ni el más mínimo atisbo de un futuro trascendiendo a la muerte. Se acabó lo que se daba.

Intrigado por esta asumida cosificación del alma, y terminación de todo proceso vital, me vine a acordar de una reseña que escribí antes de la pandemia, sobre las esquelas de este país, en las que junto a unas pocas alusivas a la religión o al más allá, con una cruz como esperanza de futuro, una aplastante mayoría se asentaba en el pasado, recordando con una diminuta viñeta las aficiones de la persona fallecida; un acordeón, una raqueta de tenis, un barco de vela, alguna aeronave, o una más modesta caña de pescar, sin faltar abundantes muestras de flora - desde rosas a lirios – o de fauna - mascotas de distinto pelaje, desde mimosos gatitos hasta golondrinas surcando los cielos -. En aquella ocasión me molesté en confeccionar una pequeña estadística, que arrojó tan sólo 11 esquelas con su cruz, más una con una estrella de David, de un total de 70 recopiladas a lo largo de varios días. A la vista del programa de radio, se me ocurrió hacer un nuevo experimento, para ver si había progresado este proceso de ”descristianización” desde mi última encuesta. Pues sin ser muy significativo el número de esquelas analizadas, pues no tengo a mi disposición los recursos de un CIS, el resultado no me ha sorprendido: de las 70 esquelas recogidas, esta vez eran tan sólo 8 las que exhibían una cruz....y de nuevo una estrella de David despistada entre tanto símbolo funerario.

Mucho me temo que a este ritmo, en poco tiempo habré de encontrarme que se ha modificado la bandera sueca, conservando tal vez los colores amarillo y azul, pero eliminando su presentación en forma de cruz.

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