La Provincia - Diario de Las Palmas

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Desde la sala

Embarazos embarazosos

El Banco de España avisa de un encarecimiento masivo de hipotecas por la subida de tipos en el inicio de 2023. EFE

Leo día sí, día también, que la natalidad en España continúa en mínimos históricos jamás registrados. Además, las actuales condiciones socioeconómicas producen un círculo vicioso que lleva la media de la maternidad a edades avanzadas en las que la fertilidad es menor y, por tanto, entraña más problemas para concebir. Al mismo tiempo, pasan los años, los lustros y las décadas, pero las condiciones laborales de las mujeres todavía suponen un canto a la desigualdad. Y no me refiero sólo a la diferencia de salarios ni a la brecha dineraria a la hora de percibir la pensión de jubilación. A ambas discriminaciones les precede la del trato que aún hoy se nos suele dispensar en las entrevistas de trabajo. Más pronto o más tarde se nos coloca en la tesitura de responder a determinadas cuestiones que conciernen exclusivamente a la esfera privada y sobre las que un hombre raramente se ve interpelado. Menos mal que ya se han ido introduciendo cambios en este terreno. De hecho, por fin se considera ilegal indagar sobre aspectos íntimos de una persona y no puede solicitarse fotografía en una oferta de empleo. 

Quiero clarificar estos aspectos porque, hasta no hace tanto tiempo, la escena solía desarrollarse más o menos así. Los entrevistadores habían efectuado una criba inicial en virtud de la foto que se adjuntaba obligatoriamente al CV y, acto seguido, iniciaban con calma su encomienda centrándose en asuntos tales como la formación académica, el conocimiento de idiomas, la experiencia previa, el grado de motivación o las pretensiones económicas de la candidata. Pero de repente, sin venir a cuento, procedían a recabar aquellos datos «adicionales» que, a la postre, marcarían la diferencia entre unas y otras. Desde el presuntamente inofensivo ¿tienes pareja? al más contundente ¿estás casada?, se abría un abanico de posibilidades que, en función de las respuestas, situaba directamente a las más infelices en la casilla de salida. Superada con mayor o menor fortuna la contrariedad del vínculo sentimental, se hacía preciso abordar el espinoso asunto de la descendencia que, con toda probabilidad, arruinaría la rentabilidad empresarial de las futuras parturientas. ¿Está dentro de sus planes más inmediatos tener hijos? «Hombre, pues ahora mismo no sabría decirle. Solamente si tengo posibilidades de darles de comer con cierta asiduidad (por aquel entonces ya se encadenaban los contratos temporales como si fueran los pasos de un viacrucis). Lo que no me gustaría es dar a luz con cuarenta y cinco años y condenarles a tener una abuela en vez de una madre», estábamos tentadas de confesar las aspirantes al puesto antes de, obviamente, cerrar el pico y someternos a los caprichos del destino. 

Aquella especie de interrogatorio policial parecía no tener fin, siendo la disponibilidad para viajar y la movilidad geográfica los siguientes puntos objeto de la curiosidad de los reclutadores. ¿Cuenta usted con vehículo propio? «Por supuesto, señor. Y aprobé el examen de conducir a la primera». ¿Y supondría para usted algún problema que le enviáramos a nuestra delegación de Pernambuco en caso de necesidad? «En absoluto. Por el contrario, mi intrépido espíritu aventurero me define casi tanto como mi imperiosa necesidad de pagar las facturas a primeros de mes» (nueva reflexión que quedaba aprisionada entre los dientes y la punta de la lengua de las solicitantes, sin ningún riesgo de que llegara a oídos de su implacable interlocutor). 

Pues bien, a estas alturas del siglo se sigue aún asumiendo la idea de que la responsabilidad de la crianza y el cuidado de los menores recae principalmente sobre sus progenitoras, por más que hayamos avanzando notablemente en el equilibrio de roles. Ello explicaría, entre otros motivos, esa bajísima tasa de natalidad que aqueja a nuestro país. Sea como fuere, me reconforta como jurista que ese requerimiento de mostrar cuerpos y almas en los procesos de selección, tanteando acerca de sus inclinaciones sexuales, preferencias políticas, tratamientos médicos, creencias religiosas u los orígenes raciales, además de considerarse vergonzoso, se halle fuera de la ley.

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