Sol y sombra

¿Cultura de la violación?

Irene Montero.

Irene Montero. / EFE

Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

La violación es cultura, según esa lumbrera parlamentaria llamada Irene Montero. El Partido Popular es el culpable, dice, de promoverla. No ella, sacando adelante leyes estrafalarias que rebajan las penas por actuar sexualmente contra alguien en contra de su voluntad. «La cultura de la violación», ha expresado literalmente esta grulla iracunda para referirse a un hecho sencillamente repugnante y delictivo. Cultura, señora, tenemos entendido es el conjunto de conocimientos adquiridos gracias al desarrollo de la facultades intelectuales, a través de la lectura, el estudio o el trabajo. Si Montero se refiere a las costumbres, también se equivoca puesto que no existe una en ningún pueblo ni en otro lugar remotamente civilizado que tenga como finalidad violar a alguien.

Era de temer que por tanto utilizar la palabra «cultura» para referirse a cualquier hábito de la vida iba a acabar convirtiéndose en el chivo expiatorio de la burricie. No sabíamos, sin embargo, en qué momento iba a surgir de la inercia de una analfabeta funcional acorralada que trata de repartir las culpas que solo a ella le competen por su absoluta ineficacia al frente de un ministerio. En mi ánimo está escribir de otras cosas y no me lo permite esta señora en llamas, enfadada con el mundo solo por el hecho de no enfadarse con ella misma y su profunda ineptitud. La violencia política de la que tanto se ha hablado estos días es más que nada la impetuosidad que abandera la ignorancia de unos políticos decididos a no respetar ni por un minuto las leyes esenciales de la convivencia. Esta deriva tiene que detenerse en algún momento.

¿La cultura de la violación? ¿A qué diablos se refiere Irene Montero? ¿Acaso quiere evitar decir directamente que el Partido Popular promueve las violaciones? Hacen bien en pedir la dimisión de una ministra que por su empecinamiento no solo ha dejado desprotegidas a las mujeres, sino que también desnuda en cada una de sus intervenciones la vida en común dejándola a la intemperie.

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