Isla Martinica

Machango

Es curioso que una esencia sea a su vez un insulto. Tal ocurre con voces como la de «boludo» en la Argentina o la de «machango» en nuestro archipiélago. Ha sido la serie Hierro la que ha puesto de manifiesto, y de qué manera, la doble condición del calificativo. Machango es la definición de un cierto tipo de persona, una que suma estupidez a su presencia física, cuando no un tono ridículo en la forma de estar o conducirse. El «machango», como particularidad dialectal, se convierte en esencia cuando identifica a una comunidad, no por lo que significa, como es evidente, sino por el uso de la palabra y su extensión entre los hablantes.

La esencia del machango, por el contrario, es otra cosa. Un momento en el que lo personal colma un estereotipo. Así hay machangos en su vestir, tanto como en el argumento político o en la relación de pareja. Decir «machango» es invitar al encuentro de una identidad que, por lo general, es compartida por el común. Sin embargo, no todos los machangos se visten por los pies, ni todos los machangos lo son por nacimiento. Existen algunos que, por contacto o la falta reiterada de él, sobrevienen a la condición, brotando espontáneamente. Qué sé yo: en una despedida de soltero, en una reunión de ministros, en una sala de profesores o en la misma cola del pan. En todas ellas, el machango reivindica su lugar en el mundo, haciendo notar, a diestro y siniestro, que él –o ella, puesto que hay una completa paridad en el fenómeno– está en el sitio que le corresponde.

La voz «machango», sin contradecir lo anterior, también es la ocasión de deleitarse con uno mismo, solazarse de pertenecer a un pueblo, como el canario, socarrón donde los haya. Si uno va a los carnavales, puede que suelte a los próximos que se va a «disfrazar de machango», y todos lo entienden, salvo los foráneos o falsamente isleños. Igualmente, aquello de que «me porté como un machango» cuantas veces no habrá salvado un matrimonio en peligro, evitando con una sola palabra el fracaso de una relación.

La palabra «machango» es, por lo tanto, una esencia, una minúscula porción de la cultura inmaterial que sirve de espejo en el que mirarse, y hasta con orgullo, cabría decir. En la serie Hierro, el término ha supuesto un duro contratiempo a la hora del doblaje a otras lenguas, dado el éxito internacional de la producción. «Machango», en este sentido, es tan definitivamente nuestro que ha sido casi imposible verter su rica semántica en un idioma que no sea el castellano. Está arraigado de tal manera al contexto insular que precisaría de un comentario adicional a la traducción, algo posible en lo literario, pero inviable de todo punto en el lenguaje audiovisual.

Interrogar por el ser de Canarias es sinónimo de buscar entre las voces más apegadas al habla cotidiana. En fin, dice más de nosotros cualquier machango sorprendido in fraganti que el más sabio de los eruditos. Bendito sea el machango porque, en él y por él, se hace la identidad del canario.

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