Volando bajito

La maldad no tiene límites

Marisol Ayala

Marisol Ayala

Hay noticias que lees y tiemblas. Se te erizan los pelos. Esta que leen aquí es una de ellas. El titular espanta: «Un hombre deja morir a su mujer con esclerosis después de cinco días agonizando sin que nadie haya movido un dedo para ahorrar sufrimiento». Como tantas y tantos, tengo amigas que han sido víctima de esa enfermedad y llevan años batallando contra un cuerpo que no obedece, atrapadas en ese infierno. Por casualidad he vivido cómo la esclerosis se hizo con una estupenda compañera que comenzó a notar síntomas sin saber qué le impedía caminar ni manejar sus piernas hasta que decidió acudir al médico que no le ocultó su realidad. Mi amiga no sabía que era la Esclerosis Multiple la que le provocada una cojera cada vez más pronunciada. Visitó al neurólogo con miedo, sospechando que algo estaba alterando su cuerpo. Yo tampoco sabía el origen de la alteración de su cuerpo. Mi amiga era entonces una mujer joven y valiente. Varias compañeras estuvimos a su lado a sabiendas de que la música sonaba mal. Hablo de hace veinte años, entonces ambas trabajábamos en el Diario de Las Palmas. Un día le tocó ir a lo que intuimos que se trataba de una consulta médica importante. Llegó y contó la explicación del neurólogo. Ni nosotras ni ella supimos la gravedad de lo que relataba. La vida le fue dando las claves y su cojera subió enteros al igual que sus manos. Sin que ella lo supiera, decidimos indagar en la enfermedad para saber cómo la podíamos ayudar. El futuro se presentaba complicado, poco a poco se borró su sentido del humor y el manejo de su vida.

Espero que el marido que convirtió la vida de su mujer enferma en un infierno, se pudra en la cárcel.

Miedo da.

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