Reflexión

Desmoralización en la educación

Ignacio Pardo Luzardo

Ignacio Pardo Luzardo

Todavía me acuerdo de aquella frase que acuñaron algunos idealistas durante la pandemia: “este confinamiento hará una sociedad más fuerte y solidaria”.

Qué utopía aquella que vivimos durante una de las desgracias más grandes que ha sufrido la humanidad en todo el mundo y al final nos hemos quedado solo en una anécdota temporal, en la que perdieron la vida millones de personas, pero que no hizo nada de mella en todos y cada uno de nosotros.

Miento, si hizo, nos transformó en las personas más egoístas, menos solidarias, más intransigentes, más retrógradas en ideas y acciones, perdiendo valores y principios democráticos.

En la actualidad, las sociedades occidentales no hacen otra cosa que estar mirándose al ombligo, sin darse cuenta del mundo y la sociedad en la que vivimos. Ahora son los regionalismos nacionales o supranacionales los que abanderan el futuro, sin tener en cuenta las libertades y los derechos alcanzados con el paso del tiempo.

Solo vemos verdades a medias o manipulación torticera e interesada de cualquier tipo de hecho o acontecimiento, ya no valen los hechos objetivos per se y demostraciones empíricas, ahora solo valen opiniones subjetivas e interesadas que pretenden ser axiomas.

En todos los países democráticos estamos sumidos en la bronca permanente reflejo de la mal llamada “libertad de expresión” para todo por parte de nuestros representantes en las cámaras legislativas, donde se supone que tiene que emanar el ordenamiento jurídico que va a regular cada una de las actuaciones de los ciudadanos que hemos elegido el Estado de derecho y libertades.

Después de toda esta introducción, vamos a aterrizar en cómo se aplica todo ello en la realidad de las familias españolas de clase media y no tan media, que está sufriendo pacientemente cada una de las decisiones arbitrarias de los distintos gobiernos que dirigen el país en cada una de las legislaturas. Da igual el color y la idea que tengan, o los intereses camuflados que representen.

La sociedad necesita modelos en todos los ámbitos y no los tenemos. No existen referentes, positivos que imitar pues al final todos son decepciones por intereses o manipulaciones de la verdad.

Ya no existe una verdad, ahora existen tantas verdades como cabezas haya en un debate, da igual las evidencias que aportes, es como hablar contra un muro.

¿De qué manera se traslada toda esta situación a la sociedad, que día a día tiene que bregar para sobrevivir y sacar a una familia adelante?, pues muy sencillo, dejarse llevar por todo lo que le rodea de broncas y realidades paralelas mostradas en los medios de comunicación que quieren servir de modelo equivocado para generaciones a las que les hemos acostumbrado a no tener metas y aspiraciones que alcanzar, al final para los más jóvenes lo importante es satisfacer lo inmediato, el aquí y ahora.

El ayer es pasado y mañana ya vendrá, la mentalidad hedonista de las nuevas generaciones se basa en pasarlo lo mejor que pueda, sin pensar en las consecuencias de los actos y acciones.

Pero lo cierto es que, queramos o no queramos, nuestros hijos al final son lo que los padres les han dejado ser en cada una de las etapas evolutivas. Cada generación ha sido marcada por la formación y aspiraciones de sus familias y de la sociedad

No sirve de nada lamentarse cuando los hijos llegan a edades adolescentes y hacen lo que quieren, porque han tenido unos padres permisivos, que no han sabido poner los límites necesarios cuando era preciso.

Cuando llegan a edades en las que tienen que tomar decisiones trascendentes sobre su futuro se encuentran con infinidad de puertas cerradas por ellos mismos, al no haber tomado las decisiones oportunas en cada momento porque nadie les dirigió de forma adecuada y por haber sellado a lo largo de su corta vida esas puertas de conocimiento, de responsabilidad, de esfuerzo y de sacrificio, amén de otras que eran necesarias para forjar el futuro de cada uno.

Cuando llega el momento de buscar responsables, lo fácil es poner el ventilador y culpar a todos, menos a quien tiene que asumir sus errores por las decisiones fáciles que no llevaban a nada, estamos acostumbrando a que nuestros hijos no se frustren, ni aprendan de sus errores para que se puedan superar, pero claro eso supone sacrificio y constancia de los tutores legales a lo largo de los años, no en un momento de puntual.

Estamos viendo todos los días a familias que están perdiendo el norte, porque no quieren que sus hijos crezcan, quieren bebés hasta los 18 años (mientras no les den problemas) y ya después quieren que vuelen solos, sin que nadie le haya enseñado a ser autónomos, porque nunca les han dejado.

Es muy doloroso ver como jóvenes te dicen que quieren ser ingenieros, médicos, arquitectos, economistas, abogados, etc., sin querer estudiar, ni prepararse, muchos de ellos quieren lo fácil, en algunos casos recurriendo a métodos que rayan en la ilegalidad, total: “lo importante es aprobar”. Así mi familia no se enfada conmigo.

No se ha conseguido que los jóvenes alcancen la madurez suficiente para comprender que, sin los conocimientos mínimos necesarios, jamás podrán aplicar cualquier aprendizaje. La forma de adquirirlo es lo que ha cambiado a lo largo de los años y es ahí donde juega un papel fundamental las familias y los centros educativos.

Pero en la actualidad con tanta crispación generalizada y desmotivación hacia el futuro, está generando desconfianza y da la impresión de que las familias ven a los centros educativos y a sus docentes como dianas a las que culpar de todos los errores que han ido cometiendo a lo largo de los años con sus hijos.

La docencia es una profesión de alto riesgo, que no está suficientemente pagada, ni reconocida por nadie. Todo el mundo se hincha la boca diciendo lo importante que es la educación para el futuro de un país o de las futuras generaciones, pero resulta que en este país todos saben más de educación que el propio docente que ha estudiado una carrera y que ha estado forjando con el paso de los años una experiencia docente junto a la formación permanente, que les va a ayudar a ser mejores profesionales.

Ya se está dando el caso de que haya docentes que tengan reparos en asistir a las tutorías con las familias, puesto que ya las familias no quieren escuchar para mejorar y colaborar, ahora son muchos los que vienen a decir a los docentes como tienen que dar clases a sus hijos, porque ellos conocen más a su hijo, quitando cualquier tipo de credibilidad al proceso de aprendizaje que se está llevando.

Dentro de ese proceso de involución que se está produciendo, nos encontramos con familias que su exceso de proteccionismo llega a límites insospechados, que, si fuera por ellos, se presentarían a las pruebas de las distintas materias para que su hijo en casa tenga todo el tiempo del mundo para jugar, porque los niños deben estar siempre jugando o viendo la televisión, el móvil o la tablet.

Es necesario que nos paremos todos un instante y veamos realmente qué es lo que se tiene que hacer en este proceso de educación permanente de un hijo y no dejarse llevar por la comodidad del momento. Por el bien de las futuras generaciones tenemos que buscar alternativas reales para todo lo que estamos viviendo en este mundo de contradicciones, nos estamos jugando el futuro de nuestro país con la educación mal entendida.

Solo espero que sepamos reconducir esta situación por el bien de todos, no se puede seguir viviendo la educación en España como la implantación de leyes según el color del gobernante de turno y de una sociedad crispada y con pérdida de valores de forma permanente. Este no es el país que queremos.

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