Retiro lo escrito

Perras y escrúpulos

Ángel Víctor Torres.

Ángel Víctor Torres. / MAURICIO DEL POZO/ EUROPA PRESS

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Sinceramente no creo que los estropicios de muy dudosa constitucionalidad que está cometiendo Pedro Sánchez para asegurarse el apoyo de ERC hasta final de legislatura (y más allá, con la convocatoria de un referéndum no vinculante en Cataluña a partir de 2024) le enturbien la campaña electoral a Ángel Víctor Torres y su equipo. Aquí esas cosas quedan lejos. Sinceramente la mayor parte de los ciudadanos no entienden tales sutilezas --nimiedades donde un país se juega la salud democrática -- y los que se denominan de izquierdas están dispuestos a creerse a pies juntillas el relato del Gobierno y su Supremo Hacedor. Un servidor, como sin duda usted, conoce a socialistas a los que si se le hubieran contado estas cosas hace cinco años les hubiera dado un ataque epiléptico. Hoy están tan contentos, sobre todo, si cobran del erario público. Las nuevas generaciones psocialistas –los que tienen entre ventiypocos y treintaypocos años --- no han conocido otras cosas que confusión y sanchismo. Para ellos todo esto es plenamente normal.

Pedro Sánchez ha podido aplicar su política de shock – muchas decisiones e intervenciones inesperadas en un lapso muy breve de tiempo -- gracias a unas circunstancias extraordinarias que han incluido una pandemia mundial, una crisis económica y una guerra en Europa. Los que –como Sánchez o el propio Torres – insisten una y otra vez en un tránsito heroico cargado múltiples crisis esconden las oportunidades que las crisis brindan. Sobre todo cuando la Unión Europea decide actuar de manera distinta que en 2008, pone en marcha ingentes recursos financieros públicos para evitar la destrucción de la economía y suspende las obligaciones derivadas de las reglas fiscales: equilibrio estructural, límite de deuda y sostenibilidad. De hecho el PSOE de Sánchez es tremendamente afortunado. Por primera vez gobierna una fuerza de izquierdas que tiene herramientas y recursos – los facilitados por Bruselas básicamente –para afrontar desde los ministerios una situación económica singularmente grave, al contrario de lo que ocurrió en 1936 o en 1982. Hasta tal punto que se me antoja una hipótesis plausible que sin una pandemia, sin una crisis y sin una guerra el gobierno de Sánchez estaría tieso, como lo estaría con una UE que no hubiera recapacitado a tiempo de sus errores en 2008.

El uso y abuso de recursos públicos, una incesante propaganda y el mantenimiento de batallitas culturales a través de medios de comunicación y de una industria cultural muy amiga son las principales herramientas que explican que Sánchez mantenga su agenda y la iniciativa política y, especialmente, que no se hunda en las encuestas. Por supuesto, siempre hay que contar con la estupidez y la mediocridad de la oposición. Y si eso ocurre en España también pasa algo muy similar en Canarias. El poder del PSOE es inmenso en las islas. En términos de cuotas institucionales, superior incluso del que disfrutaron Coalición Canaria en su mejor época o Jerónimo Saavedra a principios de los años ochenta. El PSOE dispone ahora mismo de un ejército de cargos públicos y asimilados de miles de personas dispuestas a dejarse el bofe para continuar en el Gobierno, en los cabildos, en los ayuntamientos. Una vez más se ha demostrado que el poder supone el mejor reactivo para la cohesión interna y el patriotismo de partido. En este contexto que desaparezcan cuatro millones de euros por apestosos tejemanejes en el Servicio Canario de Salud apenas es una minucia, como lo es que se contrate con un sueldo de 100.000 euros anuales, para un empleo de nueva creación en Patrimonio del Estado, al esposo de la vicepresidenta primera del Gobierno. Es muy arduo y complejo desalojar a quien tiene muchísima pasta y ningún escrúpulo.

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