Tropezones

Encuentros con la Ley I

Efectivos de la Policía Nacional.

Efectivos de la Policía Nacional.

Lamberto Wägner

Lamberto Wägner

Se me plantea un problema a la hora de plasmar en este apartado unas opiniones que no son a menudo sino simples reflexiones nacidas de algún sucedido personal. Y es que por ese mismo carácter privado y posibles repercusiones en mi entorno inmediato, las más veces he de guardar un discreto silencio. Por ello, en razón a la carga morbosa de un tema como el de este encabezamiento, me permitirán si me limito a los encuentros, y paso de momento de mis encontronazos con la autoridad.

Mi primer contacto con la ley, en este caso la Policía Nacional, fue al poco de llegar a Canarias en la década de los 60., en calidad de ingeniero residente de una multinacional sueca. Las Palmas se vivía como una pequeña ciudad de provincias, donde casi todos nos conocíamos, y donde el tráfico todavía permitía aparcar a pie de puerta. Disfrutando con la novelería del mejor clima del mundo, le sacaba provecho a la situación dedicando mi ocio a gozar de las Canteras, y a pasear en un modesto descapotable. Y habiendo aparcado un día mi vehículo en plena calle Ripoche, constaté consternado al volver que había desaparecido mi toalla de baño, olvidada en el asiento del copiloto. Resignado ante mi propia inconsciencia, le comenté el robo a Manolo, mi cicerone y mentor en mi nuevo destino. Que lejos de conmiserarse de mi pérdida, se ofreció a recuperarla, merced a su amistad con un jefe de policía de la comisaría de Guanarteme. Como me hizo gracia tamaña temeridad, me aposté con mi amigo una botella de whisky a que nunca iba a volver a secarme con la toalla de marras. Desconozco el escalafón del hampa del puerto en ese momento, pero es de suponer que los chorizos de toallas debían estar muy vigilados, pues a los dos días había vuelto la toalla a mi poder. Rescate que se saldó con una botella de Yoanijay. (Para los no iniciados, la marca John Haig era la más popular por entonces, y si en una terraza pedías un whisky, era la que te servían de oficio.)

Mi segundo contacto con la Policía Nacional se produjo años más tarde, y fue igual de provechoso. En el mismo afán de disfrutar de un clima que es un regalo de Dios, me había hecho socio del Club de Tenis Gran Canaria, decano por cierto de los clubs de tenis de España, gracias a la iniciativa de la colonia británica, todo hay que decirlo. Y como no podía ser de otro modo, había dejado el coche aparcado en la calle, en la misma puerta del club. Y resulta que todavía no había terminado el tercer set de mi partido, que recuerdo iba perdiendo, cuando me llaman de la recepción, para que me pusiera al teléfono, conminado por la policía . Que procede a informarme que habían recuperado mi coche, abandonado en el barrio de Vegueta, tirado en la vía pública, con la dirección partida. O sea que nuevamente la autoridad a mi servicio me informa, por si no lo sabía, que me habían robado el coche, y para que no me angustiara me participaban que ya lo habían localizado, apenas perjudicado. Y todo esto sin haber terminado mi partida de tenis.

Todavía al día de hoy no sé cómo pudo la policía localizarme en el club de tenis, pues por esas fechas no existían todavía los móviles, ni ostentaba yo ningún distintivo del club en el parabrisas de mi vehículo.

Sea como sea, después de lo de la toalla y del coche, ya no me extrañaría que la próxima vez que me roben algo la policía pille al ladrón antes del robo…

(continuará)

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