Editorial

Promesas y límites de la fusión

Reacción nuclear de fusión con ganancia neta de energía.

Reacción nuclear de fusión con ganancia neta de energía. / LAWRENCE LIVERMORE NATIONAL LABORATORY

El pasado 5 de diciembre, un laboratorio público de Estados Unidos logró un hito que la ciencia buscaba desde hace décadas: desencadenar una fusión nuclear de forma controlada y contenida (a diferencia de lo que sucede en la explosión de una bomba de hidrógeno o en el núcleo del sol) en un proceso que utilice para desencadenarla menos energía de la obtenida, es decir, con una ganancia que permita plantearse utilizarla como fuente de energía.

Solo es un primer paso: el proceso completo no es aún ni mucho menos eficiente (para cargar los láseres que consiguieron generar 3,15 megajulios de energía proyectando solo 2,05 fueron necesarios 300 megajulios), ni puede mantenerse en el tiempo para generar el calor de forma continua que permita generar electricidad en una turbina.

Esos dos avances pendientes, más el despliegue de las instalaciones que los hagan posible, requieren aún décadas de trabajo, situando en el mejor de los casos la disponibilidad de energía eléctrica asequible e ilimitada en el horizonte de la mitad del presente siglo.

Con todo, siendo enormes los retos (pero mucho menos inciertos a partir del éxito anunciado por EEUU), aún es mayor el beneficio potencial para aspirar a un progreso económico y tecnológico que sea compatible con el mantenimiento de un medio ambiente habitable para la humanidad. No hay alternativa a la necesidad de invertir recursos (muchos recursos) en esta promesa al mismo tiempo que se hace otro tanto en aquellas que sean capaces de impulsar la transición energética disminuyendo el consumo de hidrocarburos y la emisión de gases de efecto invernadero aquí y ahora.

De momento es Estados Unidos quien lleva la ventaja, y Europa debería ponerse las pilas. Pero tampoco debe olvidarse que la tecnología (directamente relacionada con el uso armamentístico de la fisión) utilizada en este primer experimento, el confinamiento inercial de la cápsula que llega a alcanzar temperaturas inimaginables, puede tener menos expectativas de uso comercial que la prevista en el ITER en construcción en Ginebra (el confinamiento magnético), con una inversión de unos 24.000 millones de euros acorde a la importancia de la apuesta.

Que las expectativas se fijen en un futuro aún lejano (al que, si llegásemos sin haber cambiado el curso desastroso que denuncian una cumbre climática tras otra, lo haríamos seguramente habiendo superado un punto de no retorno) no es la única razón para recordar la necesidad de seguir desarrollando la generación de energía eólica y solar, de reflexionar sobre la viabilidad, o no, de renunciar a corto plazo a la energía nuclear de fisión y de emprender las inversiones necesarias para generar y distribuir hidrógeno verde. Incluso si la energía de fusión fuese realidad, la electrificación total de todo el sistema productivo y de consumo es dudosa; seguirían siendo necesarias tecnologías para convertir la energía eléctrica en un combustible realmente verde (como el hidrógeno) para las tecnologías que seguirán requiriéndolo.

Por otra parte, ni las esperanzas que despiertan estas alternativas energéticas de presente y de futuro anulan la necesidad de replantear un sistema productivo que se enfrenta a otros límites además de la emergencia climática, como es la disponibilidad de materias primas necesarias también para desarrollar estas nuevas tecnologías. No podemos confiar en una solución ideal que nos permita seguir consumiendo energía a la escala actual:si no lo logramos por la vía del ahorro y del aumento de la eficiencia sucederá por la vía de la renuncia al progreso. De muchos factores dependen que podamos mantenerlo conforme a nuestras expectativas, que sea sostenible dentro de unos límites de razonable austeridad o que nos enfrentemos a un callejón sin salida.

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