Un carrusel vacío

Alberti, enterrado en el viento del oeste

Alberti, enterrado en el viento del oeste

Alberti, enterrado en el viento del oeste

Marina Casado

Marina Casado

En diciembre de 1927, el mundo vivió con tensión el trágico final de Frances Greyson, la joven aviadora estadounidense que intentaba atravesar volando el Atlántico. Su avión despegó de Long Island, Nueva York, y nunca llegó a su destino, Terranova. Lo más probable es que se hundiera frente a Nueva Escocia, pero no llegaron a encontrar sus restos. Era la sobrina del presidente Woodrow Wilson, que había gobernado en Estados Unidos hasta 1921. El suceso causó un gran revuelo mediático los primeros días. Después, el mundo se olvidó.

En 1929, el poeta gaditano Rafael Alberti publicó Cal y canto, un libro de estilo neogongorino atravesado por la influencia de las vanguardias incipientes. Una mirada al mundo moderno desde el clasicismo donde pueden encontrarse poemas con títulos tan originales como Venus en ascensor o Madrigal al billete de tranvía. También A Miss X, enterrada en el viento del oeste, que trata sobre una joven que desaparece en el viento, causando un gran estupor social y una frenética búsqueda: «Treinta barcos, / cuarenta hidroaviones / y un velero cargado de naranjas, / gritando por el mar y por las nubes». De repente, la atención se disipa y la pobre Miss X cae en el olvido: «Bostezo. / Adiós... / Good bye... / (Ya nadie piensa en ti. Las mariposas / de acero, / con las alas tronchadas, / incendiando los aires, / fijas sobre las dalias / movibles de los vientos […])». El estudioso Geoffrey Connell identificó a la protagonista del poema con Frances Greyson e interpretó en el texto referencias al terrible accidente aéreo de la joven; por ejemplo, esas «mariposas de acero, con las alas tronchadas», que representaban, sin duda, el avión. Es cierto que, además de que no existen referencias explícitas, ciertos elementos no coinciden. Por ejemplo, la heroína del poema tiene 20 años y Frances tenía 35 en el momento del accidente. En el poema se menciona a «el Rey de tu país», que pierde el apetito ante la desaparición de Miss X. Y en Estados Unidos, patria de la aviadora, no hay reyes. Sin embargo, podría tratarse de licencias poéticas o incluso Alberti simplemente pudo inspirarse en Frances para crear a Miss X.

En todo caso, lo que me interesa de este poema es el mensaje. La fugaz transición entre el revuelo social –la inapetencia del Rey, los casinos y los bancos cerrados, el mundo pendiente del destino de la muchacha– y el olvido. Miss X, de repente, pasa a convertirse en el recuerdo brumoso de un suceso trágico y el universo sigue girando. Alberti debió de vivir aquellos días de tensión y la posterior indiferencia social. Es posible que el acontecimiento le afectara hasta el punto de sorprenderse ante esa indiferencia. O tal vez solo pretendió reflejar el carácter volátil de la opinión social.

Pienso en todo esto de forma irónica al recordar en el regreso a nuestro país del propio Alberti, allá por 1978, que su amigo Francisco Umbral describió así: «Su vuelta a España, con la democracia, tuvo una cosa espectacular y suramericana, como si hubiera vuelto un viejo cantante de nuestra juventud». Tras cuarenta años de exilio, se había convertido en una leyenda y como tal lo recibieron en el aeropuerto madrileño de Barajas. Le esperaba una larga temporada de giras, conferencias, presentaciones, recitales multitudinarios e incluso fue elegido diputado de Cádiz por el Partido Comunista.

Esto contrasta terriblemente con lo que vivimos el pasado viernes 16 de diciembre. Se cumplían 120 años del nacimiento de Alberti y solo en El Puerto de Santa María (Cádiz), su ciudad natal y sede de su Fundación, se celebraron una serie de actos en los que, entre otras muchas personalidades de la cultura, participó su viuda, María Asunción Mateo. Pero apenas encontramos menciones en los medios nacionales.

Ahora no está de moda leer a Alberti. Desde aquellos años de la Transición, su valoración ha ido decreciendo hasta llegar al punto actual. He llegado a escuchar en círculos académicos y universitarios que «no era muy buen poeta». Pesa la cuestión política, claro: su afiliación al PC, su papel en la Guerra Civil, de parte de la República. Sobre él se han vertido graves acusaciones, injustas y no contrastadas. Pero de las mentiras siempre queda algo, dicen. Por otra parte, ¿qué tiene que ver su ideología política a la hora de valorar una obra tan dilatada y de tanta calidad como la suya? Una obra que está arraigada definitivamente en la cultura popular, imponiéndose a modas efímeras. Pero duele este trato. Parece como si Alberti se hubiera encarnado, de repente, en aquella olvidada Miss X del poema: «Ya nadie piensa en ti»…

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