Reflexión

¿Uno de los reyes era español?

Emilio Vicente Matéu

Emilio Vicente Matéu

Festividad de Los Reyes Magos. Bendita ilusión que tantos momentos de felicidad nos aporta. Melchor, Gaspar y Baltasar; tres nombres mágicos que aprendemos como quien descubre la bondad personificada que nos visita año tras año. Una celebración repleta de leyendas y algo de historia, que incluso nos permite preguntarnos sobre la posibilidad de que alguno de aquellos amables personajes fuera español, a juzgar por determinados indicios que nos presenta la tradición aderezada con un tanto de fantasía.

La historia de los Reyes Magos nos llega desde el evangelio de San Mateo (Mt 2, 1 y ss), por referirnos únicamente al texto canónico, cuando dice: «Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo»...  Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra». 

A partir de ahí no son pocos los interrogantes para encontrar una explicación lógica a lo que la tradición nos trasmite y la iconografía representa desde hace siglos; aunque tampoco estaría mal unirnos a la celebración sin demasiados planteamientos críticos, dejándonos llevar sencillamente por la más inocente credulidad.

Pero adentrándonos en el relato del evangelio de San Mateo, observamos que no dice que aquellas personas fueran reyes; simplemente habla de «magos», lo que en la cultura oriental podría interpretarse perfectamente como como sacerdotes, o astrónomos, o simplemente como hombres de ciencia o personas relevantes.

Sobre su procedencia, San Mateo indica expresamente que vinieron de oriente, y ello ha permitido que, partiendo de Belén como punto de referencia, muchos exegetas y estudiosos los hayan situado por tierras de Babilonia y Mesopotamia (actual Irak - Siria), Persia (Irán) o Asia, en general.

En lo referente a su número y personalidad, la tradición se ha empeñado en hablarnos de tres y ofrecernos unas imágenes raciales que cuadraran perfectamente con la representación sobre las partes del mundo conocidas entonces. Aunque no faltan otros relatos que aluden a un séquito más numeroso, incluso haciéndolo coincidir en cantidad con los doce apóstoles de Jesús.

Por último, llama la atención la descripción de los regalos que ofrecieron: oro, incienso y mirra. Regalos que siempre se han interpretado con un carácter simbólico para, a través de ellos, reforzar la fe en la realeza, la divinidad y la humanidad de Jesús, antes que describir una dádiva generosa que ayudara a mitigar las supuestas necesidades de aquella familia tan humilde.

Si todo es así, queda por dilucidar el interrogante inicial sobre la posibilidad de que uno de aquellos reyes fuera español. Ese interrogante tiene su fundamento teórico, habida cuenta de que uno de los objetivos de las primeras comunidades cristianas, y del evangelio de San Mateo en particular, se propone demostrar que en Jesús de Nazaret se dan cumplimiento las antiguas profecías. Y en este sentido nos encontramos con el salmo 72, 5-11 donde leemos: «Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán sus regalos. Los reyes de Saba y de Arabia le pagarán tributo; póstrense ante él todos los reyes, y sírvanle todos los pueblos». Y para conocer el alcance de este texto, conviene tener en cuenta que, según Benedicto XVI en su obra «La Infancia de Jesús», la Iglesia ha interpretado los pasajes del nacimiento de Cristo a la luz de cuanto dicen los salmos y textos anteriores.

Siguiendo dicho criterio, el salmo citado ha sido interpretado en la tradición cristiana como una profecía de lo que habría de suceder; y en él se habla de los Reyes de Tarsis rindiendo homenaje al Niño. ¿Pero cómo es posible entenderlo si la ubicación de Tarsis no se encuentra precisamente en oriente? Tarsis siempre se la consideraba como el lugar legendario más lejano entre los conocidos de occidente que, en opinión de Benedicto XVI, podría hacer alusión a la región de los Tartessos, ubicada entre las provincias españolas de Cádiz, Sevilla y Huelva; y por extensión podría aludir también a toda la Península Ibérica, como así lo refieren no pocos historiadores basándose en escritores griegos y romanos.

Y respondiendo a la duda planteada, sigue opinando Benedicto XVI, «La promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres (Los Reyes Magos) hasta el extremo Occidente (Tarsis, Tartessos en España). Pero la tradición cristiana ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa». Por eso no choca necesariamente con la tradición, la posibilidad de que uno de los reyes viniera de otro lugar.

Y desde esta reflexión que cuenta con tan significativo fundamento, nos permitimos afirmar que, quizás, uno de aquellos reyes proviniera de nuestro suelo patrio. Así, cuando decidamos unirnos inocentemente a la alegría de las cabalgatas, o cuando tengamos la oportunidad de embelesarnos ante las magníficas obras artísticas sobre la adoración de los Reyes Magos que nos legaron Leonardo, El Bosco, Rubens, Velázquez, Zurbarán o Durero; o incluso si tenemos la oportunidad de visitar la catedral de Colonia (Alemania) donde, según la leyenda, reposan sus restos, podremos sentirnos ilusionados en nuestro interior, suponiendo amablemente que alguno de aquellos entrañables personajes también fuera español.

Suscríbete para seguir leyendo