Isla Martinica

El año de Marruecos

El año de Marruecos

El año de Marruecos

Llega la hora y se hace preciso un examen de lo que ha sido el año que termina en el orden de las noticias. En tal sentido, serían muchas las opciones posibles, comenzando por el conflicto armado en los confines de Europa, justo en el lugar en el que históricamente dieron inicio dos guerras mundiales. También podría echar mano de la deriva del actual gobierno de España, por completo ajeno a la naturaleza e inquietudes del hombre medio, a ese españolito al que canta la tradición popular. En fin, estaría dentro de lo habitual si significara algún hecho en concreto de la política nacional y, sin embargo, sea cual sea la elección, algo se perdería en la decisión.

Por ello, me he centrado en el deporte rey, en el fútbol del torneo de Qatar. Lo más sobresaliente es que África como continente, a través de la selección de Marruecos, ha llegado a un punto que jamás había soñado. El combinado alauita se ha puesto a la altura, por derecho propio, todo hay que decirlo, de los equipos de la élite del balón rodado. A partir de ahora, las camisetas con los nombres árabes de los astros africanos las encontraremos más allá de las estrechas fronteras del universo magrebí. Y este hecho, por sí solo, ya es constitutivo de una reflexión en profundidad y un comentario que no desmerezca el desafío.

En primer lugar, el tener a Marruecos entre las potencias del balompié implica más de lo que parece; muestra que la diversidad cultural o étnica ha dejado de ser un alegato teórico, una apuesta ideológica de los progres de turno. Ya es una genuina realidad, puesto que los genios de la pelota, en su mayor parte localizados en Europa y al otro lado del Atlántico, no van a responder únicamente en portugués, alemán, inglés o incluso en español. Costará, pero, desde este mismo instante, el árabe se sumará a las lenguas que deberán manejar los cronistas deportivos. Y visto así, hace más por la integración de una minoría el contar con personalidades de reconocido prestigio internacional que cientos de manifestaciones con tal fin.

De otra parte, el ascenso de una cultura hace parejas con el declive de otra, aunque, en principio, no se pretenda. El nuevo posicionamiento de Marruecos en la esfera mundial no tendría por qué trascender la mera realidad deportiva, pero lo cierto es que genera un eco creciente entre el resto de las naciones. Le ocurrió a España, tras su victoria en Sudáfrica, reclamando con toda justicia la mirada del globo sobre su proeza balompédica. Baste recordar a la excanciller Merkel sorprendida por la hazaña del colectivo hispano y su «juego bonito». A la alemana le extrañaba que, como conjunto, un país descaradamente individualista, fuera capaz de rendir en el campo de una manera tan ordenada. La mirada de Merkel es ahora la mirada del mundo sobre Marruecos.

En un tercer lugar, el país alauita ha conseguido, casi como premonición de lo que luego acontecería en Qatar, que EE UU se sitúe a su favor en el conflicto saharaui, marginando a España del núcleo de decisiones sobre el particular. Inclusive, Israel, enemigo declarado del mundo árabe, al menos el más próximo a sus disputadas fronteras, ha suscrito acuerdos con el Rey de Marruecos. Sin duda, pasos importantes en su reivindicación internacional, pero también gestos que, en la sombra, definen la caída en desgracia de los españoles en el plano diplomático. Si antes hablábamos de subidas y retrocesos, lo hispano ha visto mermar su influencia en el concierto de las naciones.

En definitiva, Marruecos ha roto moldes en este 2022, alcanzando metas que ni sus propios nacionales habían soñado. ¿Y España? Esta es la pregunta crucial, la verdadera pregunta, porque podríamos haber modificado el título de la columna por este otro: «El año que no fue para España». Pero, mejor lo dejamos para una nueva ocasión. ¡Feliz y próspero 2023 para todos!

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