Reseteando
Controlando la bola como en el billar
La uvas que esta noche bajan por el tubo digestivo tienen una seña de identidad clara y predominante: la ansiedad. Quizás nunca el bienestar social del mundo avanzado ha estado tan entremezclado con las alteraciones dañinas del comportamiento. Y a la misma vez, nunca se ha buscado con tanto frenesí la fórmula para frenar desarreglos que, de no gestionarse, pueden culminar en un suicidio, como así está siendo dadas las estadísticas. Si miramos un poco por el retrovisor, acontecimientos bélicos, políticos y sanitarios han resultado decisivos para fundamentar la impresión de que el túnel nunca se acaba, y que no hay más remedio que acostumbrarse a vivir con la inestabilidad y la incertidumbre. Algo de ultratumba hay en la circunstancia de que, pese a todo, aún tengamos los pies en tierra firme y que podamos estar buscando los langostinos más baratos o la pata de cordero más tierna. Este final de año, a la hora del brindis, muchos se sentirán personajes de una película que retornan de un pasado reciente que estuvo a punto de matarlos con un rifle de doble cañón: por un lado, el bicho más rotundo y cabrón y, por otro, el tiro certero para destruir el esquema emocional. Se pueden llenar y llenar guaguas con personas que se han quedado con una bola en la garganta o en la boca del estómago, jóvenes y ancianos que intentan salir de la maleza. La actualidad, con sus derrames y derrapes, es imparable, a veces medianamente agradable y otras, la mayoría, repugnante. Sea cómo sea, no es lo suficientemente revulsiva para sacarnos de esta especie de sueño en que nos deslizamos desde que la vajilla se hizo añicos. Fue en las semanas donde el miedo creció como una baba penetrante, la misma que finiquitó culturas enteras. Llegamos a dudar de la fortaleza de las altas cotas de progreso alcanzada, a la vez que la omnipotencia trabajada caía como una piedra. Pero aquí estamos brindando por 2023, con la pajarita torcida, el cotillón desbaratado, controlando la bola como en el billar y admirados de estar donde hay que estar.
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